¿Por qué el Papa lleva más de un año hablándonos de la oración?‏

La ESCUELA DE ORACIÓN de Benedicto XVI

«Hoy comenzamos un ciclo de catequesis que se centrará en el tema de la oración. Desarrollaremos una especie de escuela de Oración, basada en la Escritura y en la gran Tradición de la Iglesia, en la que nuestro ejemplo será Jesús y su dialogo íntimo y constante con el Padre. Por ello, como los discípulos, le pedimos: ¡Enséñanos a orar!». (Benedicto XVI, 4 de mayo de 2011)

Quiere elevar el nivel de espiritualidad de su Iglesia

Benedicto XVI comenzó en el mes de mayo de 2011 sus catequesis sobre la oración. Quiere elevar el nivel de espiritualidad de su Iglesia, para que sea una Iglesia viva.

Para ello ha creado una «Escuela de Oración», una academia en la que cada miércoles nos imparte una lección. Siguiendo sus orientaciones podemos aprender a rezar, nos podemos ir familiarizando con ese mundo sobrenatural que es la vida de trato personal con Dios.

En definitiva: nos quiere enseñar el camino de la felicidad, y para eso, nos ofrece fundamentos sólidos para nuestra vida ordinaria: en la oración encontramos la fortaleza, en la oración nos ponemos en contacto con la fuente de la alegría, con la Vida misma.

La solución de los males del mundo

Benedicto XVI es consciente que la solución de los males del mundo y de los problemas de los hombres pasa por esta «escuela de oración». Por eso nos presenta una serie de orientaciones y sugerencias conduciéndonos a través de la Historia de la Salvación, con una pedagogía magistral sobre qué es la oración y sobre la necesidad del cristiano de rezar, a veces dando sugerencias sobre cómo hacerla.

En las primeras catequesis, a modo de introducción, reflexionó sobre algunos ejemplos de oración en diversas culturas antiguas en las que podemos observar cómo el hombre se ha dirigido a Dios y ha sentido el deseo de buscar la comunión con Él. A continuación habló sobre la oración en el Antiguo Testamento, deteniéndose particularmente en los Salmos. Después pasó a comentar la oración a través de los Evangelios.

Particularmente conmovedoras son sus históricas catequesis sobre la oración de Jesús ante su Pasión y Muerte. Los últimos meses ha reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles y a través de las Cartas de San Pablo. Todo un recorrido por la Sagrada Escritura en el que ha desgranado y explicado lo que él mismo procura vivir, lo que lleva dentro, su experiencia personal de trato con ese Señor que «está presente y escucha, aún en la oscuridad del dolor, del rechazo y de la soledad».

Dejamos los enlaces de las catequesis para que podamos reflexionar y orar con ellas:

1. «El hombre en oración». 4 de mayo de 2011.

2. «La oración forma parte del hombre a lo largo de su historia». 11 de mayo de 2011.

3. «La intercesión de Abraham por Sodoma» (Gn 18,16-33). 18 de mayo de 2011.

4. «Lucha nocturna de Jacob con Dios». (Gn 32, 23-33). 25 de mayo de 2011.

5. «La intercesión de Moisés por su pueblo». (Ex 32, 7-14). 1 de junio de 2011.

6. «Confrontación entre profetas y oraciones». (1 R 18, 20-40). 15 de junio de 2011.

7. «El pueblo de Dios que reza: los Salmos». 22 de junio de 2011.

8. «La lectura de la Biblia, alimento del espíritu». 3 de agosto de 2011.

9. «El oasis del espíritu». 10 de agosto de 2011.

10. «La meditación». 17 de agosto de 2011.

11. «Arte y oración». 31 de agosto de 2011.

12. «Oración con el Salmo 3». 7 de septiembre de 2011.

13. «Oración con el Salmo 22». 14 de septiembre de 2011.

14. «Oración con el Salmo 23». 5 de octubre de 2011.

15. «Oración con el Salmo 126». 12 de octubre de 2011. 

16. «Oración con el Salmo 136, el Gran Hallel». 19 de octubre de 2011.

17. «Oración con el Salmo 119». 9 de noviembre de 2011.

18. «Oración con el Salmo 110». 17 de noviembre de 2011. 

19. «El bautismo de Jesús». 30 de noviembre de 2011.

20. El himno de júbilo. (Mt 11, 25-30 y Lc 10, 21-22). 7 de diciembre de 2011.

21. «La acción sanadora de Jesús». 14 de diciembre de 2011.

22. «La oración de Jesús en la Última Cena». 11 de enero de 2012.

23. «Jesús se dirige al Padre en la «Hora» de su elevación». (Jn 17, 1-26). 25 de enero de 2012.

24. «Getsemaní». 1 de febrero de 2012.

25. «Jesús en la Cruz». 8 de febrero de 2012.

26. «Jesús en la Cruz II». 15 de febrero de 2012.

27. «El silencio de Jesús». 7 de marzo de 2012.

28. «María en los Hch». 14 de marzo de 2012.

29. «La primera comunidad».  18 de abril de 2012.

30. «La oración y la pastoral de la caridad en los Hch». 25 de abril de 2012.

31. «La oración y San Esteban». 2 de mayo de 2012.

32. «Los últimos días de San Pedro». 9 de mayo de 2012.

33. «La oración en las Cartas de San Pablo I». 16 de mayo de 2012.

34. «La oración en las Cartas de San Pablo II». 23 de mayo de 2012.

35. «La oración en las Cartas de San Pablo III». 30 de mayo de 2012.

36. «2Co 12». 13 de junio de 2012.

37. «Oración de petición en San Pablo». 20 de junio de 2012.

38. «Himno de Flp 2,17». 27 de junio de 2012.

39. «San Alfonso Mª de Ligorio y la oración». 1 de agosto de 2012.

40. «Santo Domingo de Guzmán y la oración». 8 de agosto de 2012.

9º aniversario de la muerte de D. Dámaso Eslava, que fue Arcipreste de la Purísima.

El 27 de agosto hizo nueve años que dejó este mundo  en Murcia para partir a la casa del Padre D. Dámaso Eslava Alarcón, Párroco de la Purísima desde 1955 hasta 1964. Quizá la mayoría de los Yeclanos no nos acordemos de él, especialmente los más jóvenes, pero lo mayores le recuerdan con agrado.

Nació en Hellín en 1912. Durante la Guerra Civil, siendo ya diácono, estuvo en el frente de Extremadura y en los hospitales militares de Fortuna y Murcia. Fue ordenado sacerdote en 1939, siendo su primera labor la de coadjutor del Carmen de  Murcia donde reorganizó la juventud de Acción Católica. Pasó después a Párroco de San Pedro del Pinatar, donde fundó la Acción Católica y construyó la Iglesia del Carmen de Lo Pagán.

En 1955 se presentó a las entonces existentes oposiciones a parroquias en propiedad, teniendo como resultado el poder elegir entre varias. Pero D. Dámaso mandó recado al Sr. Obispo informándole de su plena disponibilidad para lo que el prelado necesitara. Así fue como, para sorpresa suya, recibió posesión de la Basílica de la Purísima Concepción de Yecla, ejerciendo el cargo de Párroco y Arcipreste desde el 21 de febrero de 1955 hasta junio de 1964, momento en el que el Obispo le pidió que se encargase de la dirección espiritual del seminario san Fulgencio de la diócesis. En Yecla impulsó la Acción Católica, fundó la Escolanía Parroquial, acabó las pinturas en la Basílica por Muñoz Barberán, construyó las Escuelas de San Nicolás y el grupo de casas Juan XXIII, y creó los centros de Cultura Popular y Promoción de Adultos. Pero sin lugar a duda la mayor huella fue su labor espiritual impulsada y alentada por su vida de unión a Dios: las largas horas oración ante el Sagrario, la atención del confesonario, las visitas a los enfermos, su prédicas, retiros y ejercicios espirituales cargados de profundidad…

Antonio del Moral dijo de él: «era el buen pastor, tan divinamente espiritual como humanamente afable».

Sus últimos años los pasó en la Casa Sacerdotal de Murcia, desde donde atendía en dirección espiritual y confesión a multiud de sacerdotes y seminaristas, siendo su apartamento, situado en el sexto piso, faro de luz para guiar hacia Dios las vidas de los que le pedían consejo y dirección.

(Parte de esta información está tomada de: «Yeclanos», de Miguel Ortuño Palao, Ed. del Azar 2010, p. 91).

Puntos para meditar: «Examen sobre la amistad con Jesucristo«, de D. Dámaso Eslava.

Peregrinación de jóvenes: Granada-Sevilla.

Casi cuarenta jóvenes participaron en esta peregrinación que se extendió del 16 al 20 de agosto. El equipo de organización, compuesto por el coadjutor y tres matrimonios, se ha mostrado muy satisfecho por el resultado, tanto por el buen desarrollo como por los frutos que de la misma se han visto, y seguro que serán muchos más los que no se ven a simple vista.

Dio comienzo el pasado 15 de agosto, festividad de la Asunción, con una Eucaristía previa a las 9 de la noche en la Basílica de la Purísima de Yecla, poniéndonos así en las manos de María, ya que es precisamente la figura de la Virgen la que ha constituido el eje de nuestra peregrinación. A la Eucaristía asistieron todos los participantes en la peregrinación y algunos familiares, concluyendo con un ágape fraterno en el Atrio de la Purísima.

El jueves 16 a las 8 de la mañana partíamos en autobús dirección a Lorca, donde en el monasterio de las Hermanas Clarisas nos acogieron las religiosas y algunos seminaristas de la ciudad del Sol, compartiendo el desayuno. Allí mismo rezamos la oración de laudes y pudimos escuchar el testimonio de una joven novicia clarisa y de Samuel Meca, seminarista Lorquino que este año comienza el primer curso del seminario San Fulgencio de Murcia.

Llegados a mediodía a Granada, nos alojamos en el Seminario de los Agustinos Recoletos de Monachil. Por la tarde paseamos por la ciudad de Granada y celebramos la Eucaristía en la Cripta de la Parroquia de la Inmaculada, lugar donde se encuentra la tumba del Beato Fray Leopoldo de Alpandeire.

El viernes 17, una vez hecha la oración de la mañana, visitamos la Alhambra y el mirador de San Nicolás. Por la tarde hubo tiempo libre y la obligada visita a la Catedral de Granada, para terminar con la Eucaristía en la Basílica de la Virgen de las Angustias, Patrona de la ciudad.

Ya el sábado 18 partíamos para Sevilla, donde llegamos a mediodía para alojarnos en el Colegio de San Francisco Solano del Barrio de Nervión. Quizá uno de los puntos culminantes de la peregrinación fue la vigilia de oración ante el Santísimo en la Basílica de la Macarena, donde según las experiencias de los muchachos, se pudo sentir patente la presencia de Cristo y de su Madre. Tras la visita al centro de la ciudad, por la noche celebramos la Eucaristía junto a las comunidades neocatecumenales de la Parroquia de San Gonzalo.

El domingo, tras los laudes solemnes, pasamos un día distendido en Isla Mágica, y ya el lunes emprendimos la vuelta, parando en Guadix para celebrar una última Eucaristía juntos. El broche final fueron las experiencias sobre la peregrinación que los jóvenes dieron en el autobús.

Han sido unos días de gracia que esperamos poder repetir el próximo verano.

En breve colgaremos algunos testimonios de jóvenes participantes en la peregrinación.

GALERÍA DE FOTOS

Romería y Misa en honor de la Virgen del Cisne, Patrona de Ecuador.

El domingo 26 de agosto la Asociación Virgen del Cisne compuesta por cristianos de Ecuador que residen en Yecla, organizó por segundo año consecutivo la fiesta de Ntra. Sra. del Cisne, Patrona de Ecuador.

Con este motivo, a las once de la mañana partió desde la Basílica de la Purísima la Romería con la imagen de la Virgen del Cisne, hasta la Iglesia de San Nicolás de Bari, lugar donde la imagen recibe culto durante todo el año. A la llegada de la Virgen a San Nicolás, el grupo de baile Amazonas realizó distintas danzas típicas de Ecuador en las que se representa la lucha entre el bien y el mal.

Seguidamente se celebró la santa Misa presidida por el Coadjutor de la Basílica, en la que participó el coro «Virgen del Cisne» de Villena. También contamos con la presencia del Cónsul de Ecuador en Alicante y el Concejal Chinchilla del Ayuntamiento de Yecla. En la homilía D. Asensio hizo alusión a la necesidad profesar nuestra fe como Pedro: «Señor a qúién vamos a acudir, sólo tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos que tú eres el Consagrado por Dios», pero nuestra confesión de fe ha de concretarse en seguir la senda de la voluntad de Dios, llevando una vida acorde con el Evangelio en todas las dimensiones: moral, laboral, sentimental, social…

Posteriormente, la comunidad de ecuatorianos continuó festejando a su patrona en las canchas del pinar con juegos, competiciones deportivas y actuaciones musicales.

Fotos de la entrega de biblias a los niños de primera comunión de las familias del Camino Neocatecumenal. 9-6-2012

Como es costumbre, en la víspera de la fiesta del Corpus Christi se lleva a cabo la entrega de biblias a los niños de las familias de las comunidades neocatecumenales que en el presente curso hicieron su primera comunión.

Los niños, ataviados de sus trajes de gala, participan así por vez primera en una eucaristía de comunidades, y el Párroco les hace entrega de una biblia de adultos para que vayan adentrándose en la lectura de la palabra de Dios.

Ofrenda del Yeclano Deportivo a la Patrona.

El viernes 24 de agosto a las 12 del mediodía, la Directiva del Yeclano Deportivo con su presidente D. Pedro Romero al frente, el equipo técnico, la plantilla de jugadores del primer equipo y del filial, acompañados también por D. Marcos Ortuño Alcalde de la ciudad, subieron al Santuario de la Virgen del Castillo para levar a cabo la tradicional ofrenda de inicio de la temporada.

En un pequeña celebración presidida por el Coadjutor D. Asensio, el equipo hizo ofrenda a la Patrona de un centro de flores junto con la copa de campeones de liga del pasado año, lo que les hace ascender en la presente temporada a segunda división B. Aprovechando la ocasión, se les recordó a los jugadores que el deporte nos debe ayudar a sacar lo mejor de nosotros mismos, no sólo en el plano físico sino también espiritual. Cuando el competir nos hace egoístas lejos de crecer espiritual y humanamente, nos empequeñece. Así que, dos metas se han de tener: dar deportivamente el máximo rendimiento, y crecer en generosidad, servicio y entrega, que será los que nos lleve cada vez a un mayor encuentro con Cristo.

La plantilla se encomendó a la Stma. Virgen pidiendo poder pelear noble y deportivamente para orgullo de la afición.

Para finalizar, tras el rezo de la Salve y el canto del himno a la Patrona, los jugadores visitaron la imagen de la Virgen en su camarín.

¿A quién vamos a acudir?

De la misma forma que Josué, en la primera lectura de este domingo XXI del tiempo ordinario, propone al pueblo de Israel «escoged a quién queréis servir«, se nos ofrece también a nosotros esa posibilidad: ¿a quién quieres servir, a los dioses que adoran la mayoría como el dinero, el culto al cuerpo, la fama… o al Señor que nos lo ha dado todo?

Israel escogió al Señor su Dios que lo sacó de Egipto, que hizo grandes prodigios ante el pueblo y lo protegió en el camino. Esta es la historia del amor de predilección que Dios muestra por su pueblo y que mantiene también con cada uno de nosotros. Ahora bien, aceptar esta predilección divina es duro porque el amor exige amor, y mucho más cuando ha sido un amor de predilección; exige correspondencia en integridad y fidelidad. No podemos estar a dos aguas: como decía Santa Teresa de Jesús «tener sentados a una misma mesa a Dios y el Mundo«. Al que vive sin determinarse a corresponder al amor de Dios desde nuestra pequeñez y debilidad, le sobrevienen las dudas y su vida se cubre de una niebla que poco a poco le irá incapacitando para reconocer las maravillas que la mano de Dios va haciendo en su vida. Así, ante esta exigencia muchos desisten y abandonan, como los que dejaron a Jesús a raíz del discurso del Pan de vida, sin percatarse de que en esa dureza estaba la Vida verdadera.

Cristo nos llama a seguirle con esta integridad y entrega total, y al vernos vacilar por nuestras dudas, nuestros pecados y nuestra mediocridad nos dice: «¿también vosotros queréis marcharos?» Pero al igual que Pedro, ante estas preguntas hemos de hacer nuestra confesión de fe: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? sólo tu tienes  palabras de Vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios«. Este acto de fe hemos de tomarlo en el sentido que nos señala el papa Benedicto: «Creer no es añadir una opinión a otras. Y la convicción, la fe en que Dios existe, no es una información como otras. Decir: Sí, creo que tú eres Dios, creo que en el Hijo encarnado estás presente entre nosotros, orienta mi vida, me impulsa a adherirme a Dios, y a encontrar así el modo como debo vivir. Creer no es sólo una forma de pensamiento, una idea; es una forma de vivir. Creer quiere decir seguir la senda señalada por la Palabra de Dios». Así, siguiendo lo que nos dice el Papa que es lo que nos dice la Iglesia, creer es reconocer que el Señor ha hecho y hace grandes prodigios en nuestra vida, y que de la misma forma seguirá actuando impulsándonos a seguir la senda del amor, de la entrega a los demás y del servicio.

Esta senda del amor es dar gratis lo que hemos recibido gratis, y se hace patente en nuestra vocación particular. El sacerdote amando y entregándose como el mismo Cristo actualizando así el sacrificio de la Cruz; el consagrado o religiosa dejando que Cristo, el mejor esposo, haga en su vida sus delicias para bien de todo el género humano, y los esposos en el matrimonio amándose mutuamente sin reservas. San Pablo en la Carta a los Efesios, nos habla precisamente de estos últimos, comparando su amor como el de Cristo a la Iglesia. Cristo ama a la Iglesia entregándose a sí mismo por ella para purificarla, engalanarla, alimentarla y cuidarla. Así ha de ser el amor del marido por la esposa, no viéndola como objeto sino como carne de su misma carne, de forma que dé la vida por ella. Ante este amor, la esposa al igual que la Iglesia responde con la sumisión que no es vasallaje sino dejarse amar por la cabeza. Si el esposo en verdad ama, buscará no hacer su propia voluntad sino antes la de su amada, y viceversa. Por eso el sometimiento del que habla San Pablo lejos de ser una reliquia machista es dejarse amar, amarse mutuamente hasta la entrega negándose así mismo. Ésta es la prueba del amor.

La preparación de María para su Asunción a los cielos.

La solemnidad de la Asunción de la Stma. Virgen María a los cielos, nos invita una vez más a retomar de la mano de María Madre sin igual y con ánimo renovado, nuestro caminar al encuentro con Dios. A lo largo del año se suceden las fiestas en el calendario litúrgico, y corremos el peligro de vivirlas como algo rutinario: Navidad, Semana Santa, la Asunción… Pero hemos de buscar el sentido de todas estas fiestas que vienen continuamente a cuestionarnos sobre la autenticidad de nuestra vida cristiana, sobre nuestra fidelidad a la llamada que Dios nos hace a vivir en relación con Él, sobre el grado en que nos tomamos en serio el camino de la santidad.

Por eso siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen hemos de prepararnos para el encuentro con Cristo que viene continuamente a nuestra vida. En la vida de María encontramos dos momentos especiales en los que Ella “esperaba gran fiesta”, decía San Juan de Ávila. Para estas ocasiones se preparaba diligentemente cuidando el atavío, el traje de su alma que había de lucir delante del Señor. La primera de estas ocasiones fue cuando al concebir por obra del Espíritu Santo en su casto seno al Verbo Divino, esperaba con ilusión, con fe y dichosa el día en que había de salir de sus purísimas entrañas la Luz del mundo, el tierno Infante, ese día en que ella pudiera verle con sus ojos, tocarle con sus manos. Podemos imaginarnos cómo se prepararía María para este momento, cuáles serían sus pensamientos, cómo hablaría con Él, cómo sería su oración… Ella deseaba que todo en su vida fuera del agrado de Dios.

La otra gran ocasión para la cual la Santísima Virgen también preparó su atavío para tan gran fiesta, fue el tiempo al final de su vida terrenal en que se preparaba para el día en que había de salir de este mundo para subir al celestial destino que su Hijo le tenía preparado en el Cielo. Ella deseaba la unión plena con Dios, y Dios la premió al glorificarla en su Asunción a los cielos. Ninguna mujer a la hora de su boda se preparó tanto como lo hizo nuestra Señora para el día de su coronación y glorificación. Ella preparó su alma con el atavío de la humildad, la sencillez, la pureza, el amor a Dios y a los hermanos… De esta forma su alma era y es tan hermosa a los ojos de Dios, que éste se recrea en mirarla y escucharla, y por eso mismo es nuestra más grande intercesora ante el Señor, quien se complace en escuchar a su obra más sublime.

Preparemos en nuestra vida un atavío agradable al Señor. Él se nos da en la Santa Misa, derrama sobre nosotros su Espíritu y se hace presente de mil maneras en el acontecer diario. Quiere que como María, le entreguemos sin reservas hasta el último rincón de nuestra vida, porque no sólo se conforma con acomodarse en el corazón donde su amor nos sella, sino que quiere que nos encendamos en el fuego de la caridad, del servicio, de la humildad, la penitencia…  Solo así podremos prepararnos para un encuentro total con Cristo, que comienza a darse ya en esta vida y que se completará con nuestro tránsito al cielo, a la casa del Padre y de la Madre, donde María, nuestra gran valedora nos espera. No podemos ofrecer a nuestro Señor mejor atavío que una vida de entrega, una vida que a los ojos de nuestra sociedad  es necedad y pérdida porque no se comprende la dinámica del amor, una vida en la que, pese a nuestros pecados y debilidades, no dejamos de ponernos en pie, acogiéndonos a la misericordia de Dios, y confiando en nuestra Madre María que nos auxilia en nuestras dificultades, sufrimientos y contrariedades. Hemos de hacer nuestras las palabras que la Virgen de Guadalupe dirigió en su aflicción al recién convertido indio San Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”

¡María, que nuestra vida sea verdaderamente un canto al amor de Dios, que no seamos tibios, que no te sigamos a medias sino que en el camino del seguimiento de tu Hijo vayamos a por todas! Si nos decidimos así, la gracia no nos va a faltar porque el abandonarse confiadamente en el cruce de los brazos de María siempre es fuente de alegría, aunque conlleve renuncias e ir dejando cosas puramente mundanas que no nos ayudan en este seguimiento serio de la voluntad de Dios. En el árbol de nuestra vida hay que podar muchas ramas que desvían el crecimiento del árbol, que le impiden crecer sanamente y dar fruto. Por eso hay que ir cortando de nuestra alma muchos pensamientos y deseos que, aunque no sean pecados, son aspiraciones y deleites puramente terrenales, son tierra que pesa en los bolsillos y que no nos permite volar para ser llevados al cielo como María. Todo esto necesita ser podado para que crezcan los verdaderos deseos del encuentro con Dios que es el verdadero goce, para que nuestra vida comience a hablar ya aquí en la tierra de la Jerusalén celeste. Así, de la misma forma que María preparó cuidadosamente su subida al cielo, nosotros preparemos también con la ayuda de Dios nuestra subida a la celestial vida.

Terminamos haciendo referencia a unas palabras de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars: “El hombre había sido creado para el cielo. El demonio rompió la escalera que conducía a él. Nuestro Señor, por su pasión, ha construido otra para nosotros. La santísima Virgen está en lo alto de la escalera y la sostiene con sus manos.” ¡Qué bien resumen estas sencillas palabras la obra de la redención! Cristo es el puente que permite al hombre saltar el abismo que nos separa de Dios, ha construido esa nueva escalera que nos permite subir al cielo, y además llevó a su santísima Madre al cielo, para que desde lo alto sostuviera la escalera por la que han de subir sus hijos. Así ella es la portera del cielo, y de igual forma que no se entra en un edificio sin hablar con el portero, hemos de encomendarnos a ella, que es “Puerta del Cielo” para llegar a lo alto de la escalera, para llegar al cielo.

Santa María Puerta del Cielo. Ruega por nosotros.

Reflexión para el 7 de agosto: San Cayetano de Thiene, Padre de la Providencia.

San Cayetano de Thiene es llamado Padre de la Providencia, por lo que es considerado Patrón del trabajo o de los parados. Creo que en estos tiempos conviene que reflexionamos acerca de nuestra actitud ante las dificultades, ¿qué es la divina providencia?

La tradición nos lleva a entender  que «gracias a la providencia» no nos va a faltar el sustento o los bienes elementales para vivir: la comida, el vestido, el trabajo… y precisamente por la preocupación y amor los pobres que caracterizó a San Cayetano, es por lo que lo invocamos como abogado e intercesor ante Dios pidiendo por estas intenciones. Pero no solamente es eso la providencia, ya que si así fuera sería fácil el que cayéramos en el “te doy para que me des”.

De forma especial presta Dios atención a su creatura predilecta: el hombre. Él se manifiesta en nuestra propia vida, en los acontecimientos, en nuestra historia, porque la vida del hombre tampoco está fuera de su alcance. Y esto es precisamente la Providencia, la acción de Dios en el mundo manifestando su misericordia y su voluntad salvífica para con todos los hombres. Efectivamente, su intervención en nuestra vida es en función de su voluntad salvífica, nos va proveyendo en orden a nuestra salvación.

Meditemos sobre esta frase de San Catalina de Siena: “todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin”. Toda intervención de Dios en nuestra vida es para este fin, para que tú y yo podamos vivir cara a Dios, según su voluntad y así llevemos a término el fin para el que hemos sido creados: encontrar la salvación, y no solo tras la muerte sino ya ahora en esta vida. Vivir con las ideas claras, sabiendo que no estás solo, que hay un Dios de misericordia y amor que actúa entre nosotros. Así vivirás ya salvado, salvado de la indiferencia, de la falsedad, de la frialdad de querer manejar a Dios o vivir una fe a la carta.

Entonces si Dios no hace nada que no esté ordenado a nuestra salvación… ¿no deberíamos examinarnos acerca de lo que le pedimos en nuestra súplicas? ¿Está ordenado a nuestra salvación? Detrás de cada petición ha de encontrarse esta actitud: “que la voluntad de Dios se cumpla por encima de la mía, que se haga lo que más convenga para mi bien”. Ésa ha de ser nuestra oración y nuestra súplica…que se haga lo que más convenga a mi salvación.

Para que digamos que Dios nos escucha, ¿qué pretendemos? ¿que te dé la casa más lujosa? ¿que te dé dinero para disfrutar y despilfarrar mientras hay gente que pasa necesidad? ¿que te dé fama o éxito? ¿Un buen coche? ¿Un trabajo mejor pagado?…. pero ¿te has preguntado alguna vez si de verdad todo eso te conviene, si son para tu bien, para tu salvación? Frecuentemente por no tener a Dios como lo primero en la vida, cuando las circunstancias son favorables y a nuestro gusto, tendemos a dejar a Dios porque no nos hace falta, y comenzamos así a vivir fuera de la salvación, en la indiferencia o en un mero cumplimiento venido a menos. ¿Cómo te va a dar Dios todo esto si en realidad no te conviene? ¿Cómo te va a conceder peticiones egoístas que miran sólo a tu interés y que te pueden llevar a apartarte de Él?

Si pides con fe que se haga en tu vida la voluntad de Dios, si vives con los ojos puestos en Él, es cuando, por intercesión de San Cayetano, verás el milagro de mantenerte en pie en medio de tus dificultades, de poder vivir de la providencia sin faltarnos lo necesario, ni tampoco el consuelo, la gracia y la fortaleza para afrontar las adversidades. Penurias económicas, pérdidas de seres queridos, enfermedades… todo eso forma parte de la vida de todo ser humano, que quiera o no, antes o después tiene que atravesar, y lo puede hacer solo, o lo puede hacer de la mano de Dios. Hagamos caso al lema de vida de San Cayetano: “buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). Busquemos ante todo a Dios, en la Iglesia que es donde se encuentra y donde ha querido quedarse, y ya sabrá el Señor darnos la gracia que nos conviene en cada momento.

San Cayetano se caracteriza también de forma especial por la devoción y los lazos que estrecharon su vida a la Santísima Virgen. Es Ella, la Madre, la que puede darnos a Jesús, como se lo entrego a San Cayetano en 1516 en su primera Nochebuena sacerdotal.  Cayetano era consciente de su indignidad para celebrar su primera Misa aun después de haber sido ordenado sacerdote en septiembre. Tuvo la gracia especial en la Nochebuena de 1516, estando en oración ante las reliquias del santo pesebre que se conservan en la Basílica de Sta. María la Mayor de Roma, de recibir el Niño Jesús en sus brazos como obsequio de la Santísima Virgen, instándole a dar comienzo su ministerio sacerdotal. También a nosotros quiere María darnos a su Hijo, y nos lo da en cada Eucaristía. ¡Qué pena no venir a recibirlo, qué lástima de no recibirlo dignamente preparados, y qué pena no corresponder a este gran obsequio como siempre quiso hacerlo San Cayetano: “en justa correspondencia con mi madre María  jamás la abandonaré, ni al anciano Esposo José, ni al pequeño Jesús. Con ella estaré siempre, por los desiertos de Egipto, en cualquier peligro, en la cruz y en el sepulcro”.

San Cayetano nos aconseja acudir a la Señora: “Ruega a la Virgen María que te visite con frecuencia con su excelso Hijo, más aún, pídele que te dé a su Hijo, que es el  verdadero alimento del alma. Ella te lo dará de buena gana, y Él vendrá a ti, de más buena gana aún, para fortalecerte”.

«La santidad es intimidad con Dios». Reflexión en el día del Santo Cura de Ars.

El día 4 de agosto la Iglesia celebra la memoria de San Juan María Vianney, sacerdote francés que aunque vivió en el siglo XIX, sigue siendo un modelo de vida sacerdotal en la actualidad, y que en el reciente año sacerdotal Benedicto XVI lo proclamó patrón de todos los sacerdotes del mundo.

Del Santo Cura de Ars, cuya biografía adjuntamos, son destacables sus numerosas virtudes: su vida de oración, su celo apostólico, sus grandes penitencias, el amor a la Eucaristía y a la Virgen, su pureza de corazón… Pero sin lugar a duda el manantial de todas las gracias con que Dios adornó a San Juan María es  su amor apasionado a Jesucristo, contemplado en las largas horas que pasaba ante el Santísimo. Un amor sin reservas y sin límites que arde como llama de fuego en respuesta a quien desde la Cruz nos ha amado ardientemente primero.

Del amor nace la intimidad con Dios, la unión a Él. El mismo Santo Cura decía: “¡Oh hermosa vida! ¡Hermosa unión del alma con nuestro Señor! La vida interior es un baño de amor en el cual se sumerge el alma. En este estado, Dios tiene al alma para llenarla de besos y caricias. Nuestro Señor tiene hambre de esta alma”. Tiene Dios sed de nosotros, sed de que nos entreguemos del todo a Él dejando las vanidades y cosas del mundo, sed de que le busquemos con amor apasionado.

Nosotros tendríamos que tener siempre encendida en nuestra vida la llama del amor a Cristo, sin dejar que se apague ni disminuya sino que vaya creciendo, madurando,  fortaleciéndose y avivándose de forma que queme en nosotros todo lo que nos sobra.  Para ello hemos de echarle leña constantemente, con la lectura de la Palabra de Dios, el desprendimiento voluntario, la abnegación de la propia voluntad ante lo inesperado, la confesión frecuente, el dejarnos iluminar en la dirección espiritual, y especialmente con la oración y la reflexión diarias: “la oración es una cosa perfumada… cuanto más se ora, más deseos se tienen de orar”, decía el Santo Cura.

Y además de los largos ratos de oración sosegada ante Jesús en el Sagrario, hemos también de unirnos a Él ofreciéndole cada momento de nuestra vida: “es menester ofrecer a Dios nuestros pasos, nuestro trabajo y nuestro reposo. ¡Oh cuan hermoso es hacerlo todo por Dios!”.  Se trata de decir cada día “hoy quiero hacerlo todo y sufrirlo todo por Dios… nada por el mundo ni por interés; todo para agradar a mi Salvador. De esta manera el alma se une a Dios, no ve sino a Él, no obra sin por Él”.

Con estas breves palabras entresacadas de textos de San Juan María, hemos de animarnos de forma especial en estas vacaciones a cultivar la vida interior, para que ese fuego del amor de Dios, siempre bien alimentado, pueda quemar a cuantos se crucen con nosotros, y así seamos testigos vivientes del amor de Dios. Dejemos mediocridades, comodidades, melancolías y desánimos, y dispongámonos a subir una vez más en la barca de la Iglesia capitaneada por ejemplos valientes como el de San Juan María Vianney, que son los que dan vida.

Al mismo tiempo, encomendemos al Señor por medio de San Juan María a todos los sacerdotes. Que especialmente ellos puedan ser reflejo de Cristo en el mundo, y vivan no un sacerdocio cualquiera, sino el sacerdocio que pide hoy la Iglesia, el que arrastra con el testimonio de vida, el de la entrega sin medida en holocausto, de forma que al verlos podamos decir lo que un día se dijo del Santo Cura de Ars: «He visto a Dios en un hombre».