El Tribunal Constitucional ha declarado que la legislación actual sobre el matrimonio es conforme con la Constitución. Vale. Si él lo piensa así pues así será, pero con eso se dice poco. Ya veremos cuando sea publicada la sentencia qué argumentos presenta y qué razones aporta.
Sin embargo por mi parte no puedo dejar de pensar lo que ahora digo y no puedo dejar de pensar tampoco que el Tribunal Constitucional pretende hacer válido lo que es inválido por sí mismo. Son preguntas y respuestas que me hago y respondo.
-¿Pueden amarse dos personas del mismo sexo?
Sí, indudablemente. Se quieren dos hermanos, dos primos, dos amigos, dos empresarios o dos obreros o un empresario y un obrero…. Es cierto que el amor en esta relación tiene un calificativo propio: amor de hermano, de primo, de amigo, de negocios, de trabajo… que lo especifica. No se refiere a cualquier amor, sino que tiene una cualidad especial y propia no aplicable a otros amores.
-¿Pueden tener amor sexual dos personas del mismo sexo?
También indudablemente que sí, no puede ser de otra manera. El amor humano siempre lleva inherente la condición sexual. Somos seres sexuados en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo. Todo nuestro cuerpo es masculino o femenino: nuestro cerebro, nuestras uñas, nuestros órganos internos, nuestros órganos genitales… todo desde nuestra cabeza hasta nuestros pies.
-¿Pueden dos personas del mismo sexo vivir juntas y tener una vida y un proyecto común?
Sí, claro que sí. Pueden vivir en la misma casa, pueden compartir sus bienes, pueden divertirse juntos, pueden viajar… pueden incluso dormir en la misma habitación y, si fuera necesario, hasta en el mismo lecho, yo qué se… pueden hasta incluso heredarse cuando alguno de ellos fallezca.
–Entonces, si dos personas del mismo sexo pueden amarse y su amor es sexual y pueden tener una vida y un proyecto común, también podrán ser matrimonio.
Pues no. Es imposible. El matrimonio lleva como condición implícita ineludible la relación genital y eso sólo es posible entre personas de distinto sexo, masculino y femenino. ¿Pueden acoplarse genitalmente dos varones? ¡No! ¿Y dos mujeres? ¡Tampoco! Es imposible. Podrán tener juegos eróticos, podrán tener, entre otros, placeres genitales, pero no pueden de ninguna manera acoplarse sexualmente. El órgano genital masculino tiene la función de derramar el semen en el útero de la mujer y el órgano genital femenino tiene la función de recibir el esperma masculino para fecundar el óvulo que lleva dentro. Dos hombres no pueden hacer eso entre ellos mismos y dos mujeres entre ellas mismas tampoco. Ese es el problema, que se dice que es matrimonio un amor y una relación que es imposible que realice la función genital.
-Pero se puede afirmar que el matrimonio no lleva como condición ineludible la compenetración genital.
El Tribunal Constitucional podrá decir que para ser matrimonio no es imprescindible la relación genital y que por tanto dos personas del mismo sexo pueden contraer “matrimonio”, pero eso no es cierto aunque lo diga. Si eso fuera verdad se tendría que poder llamar matrimonio a cualquier relación humana con vida y proyecto común, y eso no se hace. La ley actual sólo reconoce ese “matrimonio” entre homosexuales, es decir, entre personas que no pueden llegar a la compenetración genital pero a quienes por declarar esa condición de sí mismas se les reconoce también el derecho incluso de adoptar hijos. Se les reconoce el derecho de ser llamadas en su relación de la misma manera que a dos personas de sexo complementario que sí pueden compenetrarse y además quieren hacerlo por el amor que se tienen y pueden concebir una nueva vida. No se reconoce ese derecho a dos personas del mismo sexo que no se declaren homosexuales. Es una ley discriminatoria para los que no sean homosexuales.
–Entonces, ¿no se podría llamar a esa relación con otro nombre y dejar la palabra matrimonio para lo que está específicamente diseñada?
Pues claro que sí, pero quien ha hecho la ley no quiere y eso lleva implícita la voluntad de destruir la esencia del matrimonio y hacer que sea llamado así lo que no responde a su esencia.
-¿Qué hay que hacer entonces?
Defender la verdad. No hay que estigmatizar a los homosexuales porque se quieran. Pueden quererse y vivir juntos si así lo desean, pero no se puede obligar por ninguna ley a decir que es igual lo que no es igual y por tanto no se le puede llamar con el mismo nombre. Si lo hace es una injusticia y si una injusticia se define legal eso lleva consigo antes que después la destrucción de la misma convivencia humana y de los pilares que la sostienen convirtiendo las relaciones humanas en objeto de manipulación interesada. ¿Quién me dice a mi que, por esa misma regla de tres, si a una legislador se le ocurre llamar matrimonio a cualquier relación amorosa que tienen las personas, independientemente de su bondad o su malicia, esa ley tenga que ser aceptada y sea válida?.
-Pero el Tribunal Constitucional puede afirmar que el “matrimonio homosexual” está hoy socialmente aceptado y por eso lo reconoce.
Pues muy bien si lo afirma, pero no. En primer lugar habría que preguntar en base a qué dice que está socialmente aceptado y en segundo lugar decir también que lo que está socialmente aceptado no quiere decir que sea bueno y justo siempre y que se deba sancionar con una ley que lo haga válido. Que la sociedad no haga manifestaciones en contra no quiere decir que esté a favor y que lo apoye. La prostitución, por ejemplo, está aceptada socialmente, pero ni es justa ni es buena y si hubiera una ley que la aprobase, no sería una buena ley. No digamos del aborto provocado o del divorcio, aceptados socialmente también según se dice y a los que ampara la ley. Por mucho que sean legales ¿son buenos y justos? No hay que olvidar que la manipulación de la información puede cambiar la mentalidad de una sociedad. Es aquello de que una mentira repetida muchas veces se convierte en “verdad”, pero sigue siendo mentira. Las leyes están para defender a una sociedad y a las personas de la maldad y del engaño, si no son leyes inicuas.
En fin, hasta aquí llego por ahora. Como queda claro por mis respuestas estoy convencido de que el Tribunal Constitucional se equivoca en su sentencia y la ley que reconoce hace que la Constitución Española esté sujeta al vaivén de lo políticamente correcto. Mal camino es ese porque la ley que reconoce no es justa y por tanto no es buena.
José Antonio Abellán.