Me llamo Pablo Romero Santa, tengo 18 años y pertenezco a la Parroquia de la Purísima.

En mi familia somos ocho miembros: mis padres, mis 5 hermanas y yo que soy el hijo mayor y el único varón. Mis padres pertenecen al camino neocatecumenal, por lo que desde pequeño me han educado en la fe. Desde antes de hacer mi primera comunión yo decía que quería ser cura, cocinero o profesor, por lo que desde pequeño ya el Señor puso en mí esa semilla de la vocación sacerdotal. Siempre me llamaban la atención los monaguillos así que comencé a serlo en unas fiestas de la Virgen, y ya llevo siete años sirviendo el altar. Se valió el Señor de la “ilusión” de querer salir en una procesión para empezar a realizar su obra en mí. Desde entonces siempre que me preguntaban qué quería ser de mayor contestaba que no lo sabía; me insistían en que si no quería ser cura, a lo cual no decía ni sí ni no, aunque en el fondo siempre ha estado en mí la inquietud ante la pregunta de… ¿Yo sacerdote?

Al comenzar las catequesis de confirmación mis compañeros se burlaban de mí, y pensaba… ¿será que debería dejar de venir tanto a la iglesia?… ¿soy ya mayor para ayudar en misa y salir en las procesiones? … y tuve que elegir si dejar un poco de lado la Iglesia para que no se metieran conmigo y así  salir más con los compañeros, o quedarme en la Iglesia que es lo que me gustaba. Al final elegí quedarme y aquí estoy.

A quien apuesta por el Señor Él lo recompensa, y en medio de verme un poco aislado y solo por dejar a mis compañeros, Él me regaló a dos verdaderos amigos que me han ayudado mucho en mi vida: Daniel y Carlos, dos jóvenes que se iban a confirmar y que vivían una vida cristiana de una forma más seria. Me animaron mucho y empecé a venir a misa con más frecuencia, y me llevaban a pasar ratos delante del Sagrario haciendo oración. Daniel y Carlos entraron al seminario en el 2009, y a raíz de esto yo me preguntaba: “si ellos, jóvenes como yo, con sus virtudes y defectos quieren ser sacerdotes ¿por que yo no?”. Pero a pesar de hacerme preguntas y tener la inquietud no terminaba de tenerlo claro.

Después de la confirmación, y de hacer las catequesis del Camino Neocatecumenal, mi vida dio un vuelco y el Señor volvió a retomar su obra en mí. Conocí a D. Asensio y gracias a él me volví a plantear en serio la vocación, y poco a poco mediante acontecimientos concretos he podido ir descubriendo que el Señor me llama al sacerdocio. Empecé a cuidar mi vocación acudiendo frecuentemente a los sacramentos y sobre todo a la oración.

En el 2010 participé en una convivencia vocacional y me fui a la JMJ de Madrid con el Seminario San Fulgencio de nuestra Diócesis. Este año he hecho el curso introductorio en el seminario mientras terminaba 2º de Bachillerato en Yecla. He ido conociendo la vida del seminario, he crecido en el trato con el Señor mediante la oración, la formación espiritual y humana y sobre todo me ha ayudado a poder dar testimonio de que soy cristiano y quiero ser sacerdote. Poder descubrir que eso es lo que Dios quiere de mí y que es donde puedo ser feliz, es lo más grande.

El 12 de septiembre de 2012 entré por fin al Seminario Mayor, precisamente el día del Dulce Nombre de María y en ella pongo mi vida y mi vocación ya que es la que ha ido guiando mis pasos hasta su hijo y es mi modelo a seguir: poder dar un SÍ generoso como ella al Señor, entregándole toda mi vida y poder seguirlo con fidelidad.

Cuento con vuestras oraciones por mí y por las vocaciones, y sabed que todos los días rezaré por la Parroquia. Animo a todos los jóvenes a no quedaros solos si estáis sintiendo que el Señor os llama a algo más. Buscad ayuda y decidle que sí, pues os puedo asegurar que solo seréis verdaderamente felices cuando respondáis a lo que el Señor os está llamando. Gracias.