Reportaje procesión del Corpus 2013. (Actualizado).

El pasado domingo 2 de junio, celebrábamos solemnemente la festividad del Corpus Christi.

???????????????????????????????A las 11 de la mañana tuvo lugar un pasacalles a cargo de la Banda del Stmo. Cristo de la Caída de Yecla, y a continuación la Misa Solemne presidida por el Cura Párroco de la Purísima y cantada por la Coral 610.

Por la tarde a las 17:00 h., fueron numerosos los fieles que junto a la sección de la Adoración Nocturna, recientemente recuperada en nuestra parroquia, adoraron a Jesús Sacramentado rezando el oficio de lectura. De esta manera desde nuestra parroquia nos unimos a los deseos el Santo Padre Francisco y de nuestro Obispo, adorando simultáneamente al Santísimo durante una hora.

Tras la misa de 6, dio comienzo la solemne y multitudinaria procesión con las representaciones de todas las Cofradías y Asociaciones religiosas de Yecla, cientos de niños de Primera Comunión, las Bandas de la Oración en el Huerto, la Caída, la Agonía y la de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, las autoridades religiosas y civiles, y el pueblo en general. Todos acompañando al Santísimo por las calles de Yecla dando testimonio de nuestra fe.

«Salgo por las calles a buscar a mis hermanos». Sermón de San Juan de Ávila en el Corpus.

El Papa Francisco nos invitaba al inicio de su pontificado a llevar la fe por calles y plazas. Veamos como ya en el siglo XVI San Juan de Ávila lo predicaba también con motivo de la solemnidad del Corpus Christi. Que esta reflexión nos anime a salir a la calle acompañando a Jesús Sacramentado dando así testimonio de nuestra fe.

Corpus Christi3. Verdad es que quien con atención mirare el resplandor de aqueste sacrosanto misterio, en el cual la persona misma de Jesucristo nuestro Señor está presente, y con Él celebramos la fiesta, hallará que esta fiesta echa de sí unas luces y pone en el ánima un sentimiento, que aunque en el celebrar con solemnidad haya comunidad entre ella y las otras, mas todavía aparece en ésta una particular excelencia, una majestad no común. Y quien bien quisiere aparejarse para recibir lo que en ella se da, sentirá cuán particular cosa es fiesta de Corpus Christi, y verá cumplido en sí lo que de ella está escrito: Aparejaste, Señor, en tu dulcedumbre al pobre (Sal 67,11). Mas aunque esto es así, y muy bastante para estimar esta santa fiesta, lo que en ella causa singular maravilla es mandarnos la Iglesia que hagamos mañana una procesión con cuan grande solemnidad alcanzaren nuestras fuerzas, y saquemos al Señor de su palacio real y lo llevemos por nuestras calles con suaves cantares, fiestas y gran regocijo. […]

17. Salgan mañana los sacerdotes, a quien Él tanto honró, que los eligió por ministros suyos, y llévenlo encima de sus hombros con gran reverencia y amor, teniéndose en esto por muy favoridos, en recompensa de que el Señor llevó la cruz a cuestas y todos nuestros pecados encima de sí. Cérquenle los devotos cristianos, honrándole tan de corazón, que echen delante de Él la ropa en el suelo, para que la huellen los pies de los que al Señor llevan, como hicieron los que iban con Él el día de Ramos (cf. Mt 21,8). Mírenlo con mucho amor y adórenlo con gran reverencia los que están en las calles y desde sus puertas y de las ventanas. Váyanle incensando los sacerdotes; bailen delante de Él los legos con devota alegría, como hizo David delante del arca (cf. 2 Sam 6,5), y resuene la tierra con gran solemnidad; y con todo cuidado se ordene la festividad de mañana, que, para manifestación de la Justicia divina, que honra a sus obedientes, ninguna de las deshonras que le fue hecha al Señor en la otra procesión quede en ésta sin que le corresponda una honra igual o mayor que fue la otra deshonra.

18. Ésta, pues, cristianos, es la procesión de mañana, singular y no celebrada en otro día ninguno; ésta la causa y justicia de ella; éste el sentimiento con que se ha de celebrar, con memoria y correspondencia —por vía contraria— de la otra procesión muy amarga que el Señor anduvo, en la cual, como dice el tema, trabajó su ánima con graves angustias, y su cuerpo con indicibles dolores; por lo cual quiso Dios Padre que vea mañana en la procesión tanta muchedumbre de fieles vasallos que con devotas alabanzas y servicios protesten que son suyos, que den al Señor hartura (cf. Is 53,11), descanso y consuelo.

San Juan de Ávila30. Salgamos todos mañana con este Señor, protestando que Él es nuestro verdadero Criador y Pastor, y nosotros, por su gracia, ovejas de su rebaño (Sal 94,7), que nos quitó de la boca del lobo infernal y nos ganó y salvó con su sangre preciosa; y démosle gracias porque nos libró del reino del pecado, que nos tenía subjetos; de la crueldad del dimonio, de las penas del infierno, y encorporándonos en su Cuerpo, tomónos por sus hermanos y dionos esperanza de reinar en el cielo con Él.

¿Quién no dará saltos de placer, mirando que ha escapado de la suciedad de la carne, de la amargura […] y ha pasado a la limpieza de la castidad, a la luz de la humildad y a la blandura de la caridad, con la cual ama a los buenos en Dios y a los malos por amor de Dios? ¿Quién habrá que, considerando que le ha dado Dios conjeturas que le ha perdonado sus pecados pasados, […] no cante con alegría […]? Que así lo hacen los que han estado muchos años presos y metidos los pies en cadenas y grillos, que, cuando salen de allí, no se hartan de dar saltos de placer, dando gracias a Dios, ejercitando los miembros que antes habían tenido impedidos.

31. Sean, pues, vuestras voces nuevas, y corazones, y obras, y renovándonos con la gracia del Señor y apartando de nos el pecado, por apesado que esté en nosotros, corramos mañana con nuestro Señor humildes, devotos y agradecidos, y tan regucijados de dentro y de fuera, que demos a entender a todo el mundo que estamos tan gozosos y ricos con tenerle a Él por Señor, y con las mercedes que nos ha hecho, y con la esperanza de las que nos ha de hacer, que, de muy llenos de alegría, ni cabemos dentro de nosotros, ni en nuestras casas, ni templos, y que salimos a lo ancho de las calles y plazas a rebosar con exteriores señales la grandeza del gozo que dentro de nosotros sentimos, acompañando, y dando gloria, y celebrando triunfo al Señor, que nos rescató de cautivos, muy mejor que los que David rescató de los amalecitas, los cuales iban delante de él, y los que los veían decían: Ésta es la presa que ganó David (2 Sam 30,20). Véannos a nosotros mañana todos los hombres, toda la tierra; mírennos los ángeles y santos del cielo, y sepan que somos presa, que nos rescató y ganó Jesucristo nuestro Señor, y lo llevamos en la procesión con agradecimiento y confesión de que Él es nuestro Criador y Redemptor, y esperamos que será nuestro Glorificador. Y porque nosotros no bastamos a hacer esto como se debe hacer, rogamos a la tierra y al cielo nos ayuden a dar a Cristo la honra y el agradecimiento que le son debidos.

38. Y a quien de esto se maravillare y le preguntare: «¿Qué os viene, Señor, por pasear nuestras calles de tierra, viles y estrechas, pues tenéis por vuestras las anchuras del cielo en que lo hacer? […] ¿Sabéis qué responderá el Señor a quien esto le preguntare? Todo eso sé yo; mas quiero que sepáis vosotros que así como el Padre me envió por mi encarnación a visitar a los hombres, y anduve caminos extraños de mí por los remediar, así por ordinación de mi Padre salgo de mi sagrario y voy por estas calles a buscar mis hermanos, para darles el fruto de mi muerte, que con ferventísimo amor por ellos pasé».

41. Y como cuando entonces, Señor, salías por las calles, sanabas enfermos, convertías pecadores y hacías otras obras de misericordia a los que las querían recibir, así, si ahora hubiese quien entendiese que vas en aquellas andas mañana con el mismo amor que andabas cuando vivías vida mortal y cuando fuiste con la cruz a cuestas a padecer por los hombres, y si te oyesen que vas diciendo en tu corazón: «Aquí voy, hombres, en esta procesión, en testimonio que no estoy arrepentido de haber andado la otra al monte Calvario, sudando y derramando sangre por vuestro remedio; y si es menester tornar otra vez a pasar lo que allí pasé y a morir otra vez en la cruz, todo lo que se me pidiere haré y sufriré porque tu ánima no se pierda, mas alcance la eterna salud», ¿quién, Señor, que esto sintiese, se defendería de tu porfiada respuesta de amor? Y viendo que sales a buscar por las calles aun a los que no te van a buscar a tu templo, y vas a convidar con tu vista aun a los que no te quieren ver, ¿quién quedaría sin rendirse de todo su corazón a la obediencia de tus mandamientos y alanzar todo pecado de sí? ¡Ay de tanta dureza, que tan grandes bienes impide, y hace salir en balde la salida del Señor a pasear nuestras calles, que era para hacer su oficio acostumbrado de curar los enfermos y pecadores que a Él se llegasen!

Del Sermón 37, en Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 489-512

El Papa Francisco y nuestro Obispo nos invitan a orar ante el Santísimo simultáneamente en todo el mundo.

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Con motivo de la celebración del Año de la Fe, el Papa Francisco ha pedido a todos los obispos celebrar en la solemnidad del Corpus Christi una hora de Adoración ante el Santísimo, como él mismo lo hará en Roma el domingo a las 17 h.

Nuestro Obispo D. José Manuel Lorca Planes lo hará en la S.I. Catedral, y convoca a todos los sacerdotes y fieles a celebrar, el próximo 2 de junio a las 17:00 horas, un momento de Adoración Eucarística en todas las poblaciones, uniéndose de esta manera al Santo Padre y a todos los pastores del Orbe.

“La intención es clara, que sea un gesto de comunión espiritual y de unión de los fieles con el propio Obispo en su Catedral y con el sucesor de Pedro en adoración ante Jesús, vivo en el Sacramento del Altar”, explica el Pastor de la Iglesia de Cartagena.

Con este motivo, en la Basílica de la Purísima tendremos también la Adoración Eucarística el próximo domingo a las 17:00 h, junto con el rezo del Oficio Divino.

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El día del Corpus en Yecla.

El pasado domingo 10 de junio, celebrábamos la solemnidad del Corpus Christi, y en nuestra ciudad de Yecla los actos de dicha solemnidad se centran en la Basílica de la Purísima.

En los días previos se instaló en la Basílica el fabuloso altar de insignias, compuesto por la carroza procesional del Santísimo Sacramento, las imágenes de San Pascual, el Niño Jesús y la imagen de la Purísima de la Capilla de la Comunión, todos los estandartes de las cofradías, hermandades y asociaciones religiosas de Yecla, además de incensarios, el terno solemne de la fiesta del Corpus, el tintinábulo y la umbrella basilicales…

El domingo, el párroco-rector de la Basílica D. José Antonio celebró la Misa solemne acompañado por la escuela de monaguillos en pleno. De la parte musical se encargó el organista de la Basílica y la Coral 610 de Yecla.

Terminada la Eucaristía tuvo lugar el “bando del Corpus”, en el que el Párroco de la Purísima acompañado por miembros del Real Cabildo Superior de Cofradías Pasionarias de Yecla y la Banda de tambores y cornetas del Cristo de la Agonía, hicieron el itinerario tradicional de la procesión bendiciendo los ocho altares levantados para la ocasión.

A las 8 de la tarde dio comienzo la solemne procesión, participando en ella la Banda de tambores y cornetas del Cristo de la Agonía, las Agrupaciones Musicales de Sta. María Magdalena y de San Pedro Apóstol, y cerrando el cortejo la banda de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla. Todas las cofradías y hermandades participaron desfilando con sus respectivos estandartes y representaciones, portando en andas también a las pequeñas imágenes del Niño Jesús, San Pascual Bailón y la Purísima. Y no podían faltar cientos de niños de primera comunión de las cuatro parroquias de Yecla, que llevaron a cabo la danza del Corpus acompañados por miembros de la Agrupación de Coros y Danzas Francisco Salzillo de Yecla. Esta misma agrupación confeccionó también el alfombrado del Atrio de la Purísima con dibujos eucarísticos realizados con flores.

Son muy numerosos los fieles que muestran su devoción a Cristo Eucaristía poniéndose de rodillas al paso de la custodia, cantando o simplemente acompañando al Señor en la procesión. A este respecto este año se introdujo el tercio de alumbrantes, compuesto por más de un centenar de fieles devotos que precedieron a la custodia procesional portando velas.

Homilía de Benedicto XVI en la solemnidad del Corpus Christi.

La adoración eucarística, experiencia de ser Iglesia.

En Roma, el jueves 7 de junio de 2012, Solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el santo padre Benedicto XVI celebró la Santa Misa ante la basílica de San Juan de Letrán. Presidió luego la procesión eucarística que, recorriendo vía Merulana, llegó hasta la basílica de Santa María la Mayor.

Publicamos la homilía que el papa dirigió a los fieles en el curso de la celebración eucarística.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Esta tarde querría meditar con vosotros sobre dos aspectos, entre ellos conectados, del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad.

Es importante volverlos a tomar en consideración para preservarlos de visiones no completas del Misterio mismo, como aquellas que se han dado en el reciente pasado.

Sobre todo, una reflexión sobre el valor del culto eucarístico, en particular de la adoración del Santísimo Sacramento. Es la experiencia que también esta tarde viviremos tras la Misa, antes de la procesión, durante su desarrollo y al término. Una interpretación unilateral del Concilio Vaticano II ha penalizado esta dimensión, restringiendo en práctica la Eucaristía al momento celebrativo. En efecto, ha sido muy importante reconocer la centralidad de la celebración, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne en torno a la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo nutre y lo une a Sí en la ofrenda del Sacrificio. Esta valorización de la asamblea litúrgica, en la que el Señor actúa y realiza su misterio de comunión, sigue siendo naturalmente válida, pero debe resituarse en el justo equilibrio. En efecto –como a menudo sucede- para subrayar un aspecto se acaba por sacrificar otro. En este caso, la acentuación sobre la celebración de la Eucaristía ha ido en detrimento de la adoración, como acto de fe y de oración dirigido al Señor Jesús, realmente presente en el Sacramento del altar. Este desequilibrio ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles. En efecto, concentrando toda la relación con Jesús Eucaristía en el único momento de la Santa Misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y así se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como “Corazón latiente” de la ciudad, del país, del territorio con sus diversas expresiones y actividades. El Sacramento de la Caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana.

En realidad es equivocado contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competencia. Es justo lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento es como el “ambiente” espiritual dentro del que la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. Sólo si es precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y valor. El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, después de que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestro sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.

En este sentido, me gusta subrayar la experiencia que viviremos esta tarde juntos. En el momento de la adoración, estamos todos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del Amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico. Es una experiencia muy bella y significativa, que hemos vivido diversas veces en la basílica de San Pedro, y también en las inolvidables vigilias con los jóvenes, recuerdo por ejemplo las de Colonia, Londres, Zagreb y Madrid. Es evidente a todos que estos momentos de vela eucarística preparan la celebración de la Santa Misa, preparan los corazones al encuentro, de manera que este resulta incluso más fructuoso. Estar todos en silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento, es una de las experiencias más auténticas del nuestro ser Iglesia, que se acompaña en modo complementario con la de celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, cantando, acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden separar, van juntos. Para comunicar verdaderamente con otra persona debo conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, plenos de respeto y veneración, de manera que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. Y lamentablemente, si falta esta dimensión, incluso la misma comunión sacramental puede llegar a ser, por nuestra parte, un gesto superficial. En cambio, en la verdadera comunión, preparada por el coloquio de la oración y de la vida, podemos decir al Señor palabras de confianza, como las que han resonado hace poco en el Salmo responsorial: “Yo soy tu siervo, hijo de tu esclava:/ tu has roto mis cadenas./ Te ofreceré un sacrificio de alabanza/ e invocaré el nombre del señor” (Sal 115,16-17).

Ahora querría pasar brevemente al segundo aspecto: la sacralidad de la Eucaristía. También aquí hemos sufrido en el pasado reciente un cierto malentendido del mensaje auténtico de la Sagrada Escritura. La novedad cristiana respecto al culto ha sido influenciada por una cierta mentalidad secular de los años sesenta y setenta del

siglo pasado. Es verdad, y sigue siendo siempre válido, que el centro del culto ya no está en los ritos y en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida, en su misterio pascual. Y sin embargo de esta novedad fundamental no se debe concluir que lo sacro no exista ya, sino que ha encontrado su cumplimiento en Jesucristo, Amor divino encarnado. La Carta a los Hebreos, que hemos escuchado esta tarde en la segunda lectura, nos habla precisamente de la novedad del sacerdocio de Cristo, “sumo sacerdote de los bienes futuros” (Heb 9,11), pero no dice que el sacerdocio se haya acabado. Cristo “es mediador de una alianza nueva” (Heb 9,15), establecida en su sangre, que purifica “nuestra conciencia de las obras de muerte” (Heb 9,14).

El no ha abolido lo sagrado, sino que lo ha llevado a cumplimiento, inaugurando un nuevo culto, que es sí plenamente espiritual pero que sin embargo, mientras estamos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y ritos, que desaparecerán sólo al final, en la Jerusalén celeste, donde no habrá ya ningún templo (cfr Ap 21,22). Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede para los mandamientos, ¡también más exigente! No basta la observancia ritual, sino que se exige la purificación del corazón y la implicación de la vida.

Me gusta también subrayar que lo sacro tiene una función educativa, y su desaparición inevitablemente empobrece la cultura, en especial la formación de las nuevas generaciones. Si, por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y no necesitada ya de signos sacros, fuera abolida esta procesión ciudadana del Corpus Domini, el perfil espiritual de Roma resultaría “aplanado”, y nuestra conciencia personal y comunitaria quedaría debilitada. O pensemos en una madre o un padre que, en nombre de una fe desacralizada, privaran a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad acabarían por dejar el campo libre a los tantos sucedáneos presentes en la sociedad de los consumos, a otros ritos y otros signos, que más fácilmente podrían convertirse en ídolos. Dios, nuestro Padre, no ha hecho así con la humanidad: ha enviado a su Hijo al mundo no para abolir, cino para dar cumplimiento también a lo sacro. En el culmen de esta misión, en la Última Cena, Jesús instituyó el Sacramento pascual. Actuando así se puso a sí mismo en el lugar de los sacrificios antiguos, pero hizo dentro de un rito, que mandó a los apóstoles perpetuar, como signo supremo del verdadero Sacro, que es El mismo. Con esta fe, queridos hermanos y hermanas, celebramos hoy y cada día el Misterio eucarístico y lo adoramos como centro de nuestra vida y corazón del mundo. Amén.

Vigilia de oración en el Hospitalico como preparación al Corpus.

La Iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores conocida como el «Hospitalico», es el templo Eucarístico de nuestra ciudad. En él se encontraba la desaparecida sección de Adoración Nocturna de Yecla.

Por este motivo será en el Hospitalico donde el próximo viernes 8 de junio, a las 9 de la noche, se celebrará una vigilia de oración como preparación a la solemnidad del Corpus Christi.

En la vigilia seguiremos el esquema que en la actualidad llevan a cabo las secciones de Adoración Nocturna existentes en otras localidades de nuestra Diócesis de Cartagena. Así, comenzaremos con Vísperas y Santa Misa presidida por el Coadjutor de la Basílica, tras la cual se expondrá en la custodia el Santísimo Sacramento para realizar un turno de vela y oración personal, terminando con el rezo de completas antes de la bendición y reserva, que se realizará cerca de las 11:30 de la noche.

Estamos todos invitados, hombres y mujeres, jóvenes y mayores.