El Papa Francisco y nuestro Obispo nos invitan a orar ante el Santísimo simultáneamente en todo el mundo.

945566_413169905456708_359954420_n

Con motivo de la celebración del Año de la Fe, el Papa Francisco ha pedido a todos los obispos celebrar en la solemnidad del Corpus Christi una hora de Adoración ante el Santísimo, como él mismo lo hará en Roma el domingo a las 17 h.

Nuestro Obispo D. José Manuel Lorca Planes lo hará en la S.I. Catedral, y convoca a todos los sacerdotes y fieles a celebrar, el próximo 2 de junio a las 17:00 horas, un momento de Adoración Eucarística en todas las poblaciones, uniéndose de esta manera al Santo Padre y a todos los pastores del Orbe.

“La intención es clara, que sea un gesto de comunión espiritual y de unión de los fieles con el propio Obispo en su Catedral y con el sucesor de Pedro en adoración ante Jesús, vivo en el Sacramento del Altar”, explica el Pastor de la Iglesia de Cartagena.

Con este motivo, en la Basílica de la Purísima tendremos también la Adoración Eucarística el próximo domingo a las 17:00 h, junto con el rezo del Oficio Divino.

untitled

Primer domingo de misión del año de la fe de las c. neocatecumenales.

Tras celebrar la solemne vigilia pascual la noche de Resurrección (del 30 al 31 de marzo), durante los domingos del tiempo de pascua las comunidades neocatecumenales de la Parroquia, unidas a las de toda la Iglesia, están realizando una «misión» con motivo de este año de la fe.

Así, comenzando el pasado domingo 7 de abril, a las 12:30 h. en la Plaza de España (frente a la Basílica), se dan cita jóvenes, niños y mayores para rezar juntos la oración de laudes y escuchar una catequesis dirigida a los más alejados de la fe.

De la misma forma se llevará a cabo esta misión todos los domingos hasta el próximo 5 de mayo.

Ver programa de la Misión del año de la fe en Yecla.

Misión del Año de la fe.

CAMINOAO_DE_~2 PLAZAS

Multitudinario Rosario de la fe por las calles de Yecla.

Con motivo del año de la fe convocado por el papa Benedicto XVI, el pasado viernes 8 de marzo a las 21:30 h., partió desde la Basílica de la Purísima el «Rosario de la fe» organizado por el Real Cabildo Superior de Cofradías Pasionarias de Yecla.

OLYMPUS DIGITAL CAMERACientos de fieles acompañaron en procesión a una imagen de la Virgen de los Dolores, rezando y meditando las reflexiones que el Arcipreste D. José Antonio Abellán pronunció sobre los misterios dolorosos del Santo Rosario. A su paso distintas cofradías de Yecla levantarán cinco altares con imágenes de nuestra Semana Santa, mostrando así los misterios dolorosos del Rosario: la oración en el huerto, la flagelación, la coronación de espinas, Jesús cargando con la Cruz y la Crucifixión.

El itinerario fue: Atrio de la Basílica, Juan Ortuño, Arco del Niño, Niño Jesús, Hospital, Placeta Ortega, España y Atrio de la Basílica.

Para orar en la fiesta de la Inmaculada: «María nos trae la fe».

En estas fiestas de la Virgen, seguro que la Purísima tiene algo que sugerir al corazón de cada yeclano, al corazón de cada uno de sus hijos. No importa que sus hijos se acuerden de ella o hayan olvidado su santo y vivan sus fiestas desde la indiferencia, porque aunque los hijos se olviden de su Madre Inmaculada, Ella sí que no los puede olvidar.

Función religiosaY precisamente, en este “Año de la fe” que estamos celebrando en toda la Iglesia, con lo que María quisiera obsequiarnos en el día de su Santo es con el don de una fe ardiente y viva. Un regalo precioso y de gran valor para nuestra vida, pero es un don que compromete y por eso muchas veces preferimos rechazar este regalo de la Virgen. Sí, rechazamos el regalo de la Virgen, que nadie se escandalice, pero sí. Preferimos amarla a nuestra manera, pero cuando ella quiere comprometernos a aceptar el don de la fe dejamos a nuestra Madre de lado.

¿Pero qué es la fe? ¿Qué es ese regalo que trae María entre sus purísimas manos? No es un sentimiento, una fe vivida a nuestro modo, una fe a la carta de la que escogemos lo que nos interesa, sino que es participar, unidos a María y a su imitación, de una vida de seguimiento del Señor en integridad, sin arrancar ninguna página del Evangelio.

Pero además, este regalo que la Virgen quiere hacernos en estas fiestas, no es un mero objeto de decoración que se recibe y se deposita en una vitrina, sino que tiene vida y por ello necesita un cuidado especial para que no se marchite y muera. Efectivamente, la fe es como una planta exótica que necesita cuidados, por ello no podemos dejar de alimentarla, por ello no podemos conformarnos con honrar a nuestra amada patrona en su día, eso sería dejar a la planta sin agua, sino que hemos de amarla todos los días del año haciendo cada vez más fuerte y más arraigada nuestra fe en María, y como no, en su divino hijo Jesucristo.

Yecla en FiestasOtro problema hay que preocupa a nuestra Madre, y es el hecho de amar a la Virgen pero no a su casa. ¿Cómo puede ser eso? Sí, porque la casa de la Virgen tiene grietas, puertas estrechas que no son de nuestro agrado y por eso nos mostramos reticentes a vivir en la casa de María. ¿Y cuál es esa casa? La casa de la Virgen es la Iglesia, la casa de la Virgen es la casa del Espíritu Santo, donde se nos da a conocer el mismo Dios y su voluntad. Una Iglesia que es Santa porque en ella vive Dios, pero también pecadora porque la formamos todos nosotros, los bautizados, que con nuestros pecados salpicamos a la Iglesia y la agrietamos. Pero no por eso deja la Iglesia de llevar a Dios consigo: sólo en ella es donde quiere la Virgen darnos la fe, donde quiere que la alimentamos para que crezca, y donde Ella quiere llevarnos hasta Jesús. Por eso cada año la Purísima Concepción vuelve a congregarnos para volver ofrecernos el don de una fe que se vive en la Iglesia, que se vive junto a otros hermanos.

Amar y corresponder a nuestra Patrona es decir SÍ a su ofrecimiento; es disponernos, como ella hizo ante el anuncio del Ángel Gabriel, a dejar que nuestra vida cambie fiándonos de la palabra de Dios; es refugiarnos en las manos inmaculadas de María para que sean nuestro refugio y el camino que nos conduzca hasta Dios. Así que ojalá que en estas fiestas nos entreguemos del todo a María, sin componendas ni medias tintas; y entregarse a María es disponerse a vivir la fe en la Iglesia, participando de los sacramentos, con ardiente oración, escuchando la voz del Espíritu Santo que resuena en esa casa de María que es la Iglesia de Dios.

Pero, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar el don de la fe? ¿por qué nos rebelamos ante la voluntad de Dios que se manifiesta en los acontecimientos de nuestra vida poniendo continuamente obstáculos?

Esto sucede porque, aunque parezca ya un tópico, estamos heridos por el pecado. El pecado de nuestros primeros padres que también es el nuestro; el de querer ser nosotros como dioses, el de querer gobernar nuestra propia vida sin saber hacerlo, no llegando así a buen puerto. El pecado, y como consecuencia el egoísmo, es lo que nos aparta de Dios, lo que hace imposible o dificulta que se pueda cumplir en nosotros el plan que Dios tiene preparado.

Manos de la VirgenPor eso María, la Purísima Concepción, al haber estado siempre libre de pecado ha sido la criatura que más plenamente ha colaborado con Dios, la que no ha puesto ningún obstáculo. En Ella, Dios ha podido obrar con total libertad. En ella, no ha habido ni la más mínima resistencia a la voluntad de Dios. Todo lo que la Virgen hizo, pensó y quiso reflejaba perfectamente lo que Dios quería, pues no había nada en ella que pudiera manchar o empañar esa voluntad de Dios.

Sí hermanos, el pecado existe. En esta sociedad del todo vale, del todo está bien, de la indiferencia y de la superficialidad, sigue existiendo el pecado aunque volvamos la vista hacia otro lado para no verlo. Y el pecado destruye a la persona, miremos a nuestro mundo, personas destruidas por la droga, jóvenes que viven para desinhibirse con el alcohol, una sexualidad desordenada que reduce al otro al un mero objeto del cual obtener placer, la corrupción por el dinero y el poder, los hambrientos… y todo esto por volver la mirada a otro lado para ser modernos y no reconocer la realidad de pecado en la que vivimos.

Con toda esta reflexión sobre el pecado en nosotros y en el mundo, no quisiera crear un espíritu pesimista. Al contrario, debe ser para nosotros una invitación a luchar contra el pecado y su consecuencia, que ha sido dejarnos orientados hacia nosotros mismos egoístamente. Lo que nos impide realizarnos plenamente como personas y nos hace infelices es este egoísmo. Lo que nos impide realizar bien y acorde con la voluntad de Dios nuestra misión de padres, de hijos o hermanos, de profesionales, de vecinos, de sacerdote… es este egoísmo. Lo que impide que Dios pueda actuar plenamente por medio de nosotros es que no seamos puros como la Virgen.

Si queremos cumplir bien con la misión que Dios nos tiene asignada que es nuestra vocación, hemos de trabajar por conquistar una pureza como la de María, hemos de quitar, con la ayuda de la gracia de Dios que no nos falta, toda manifestación de egoísmo. Cuanto más puros y limpios seamos más bien haremos a nuestras familias, a nuestros amigos,… y el bien no es proporcional a la cantidad de cosas que hacemos sino a  la pureza con que las hacemos.

La bajada frente a la Iglesia ViejaLa pureza hace a la Virgen como un cristal limpísimo en el que no hay ni la más mínima mota de polvo, y por lo tanto toda la gracia, toda la luz, que recibe de Dios la traspasa y refleja totalmente. Así será la Iglesia, es decir así seremos nosotros, acogiendo y alimentando el regalo de la fe que María quiere siempre volver a hacernos, porque quiere siempre volver a darnos a Jesucristo como nos lo dio en Belén. Una Iglesia formada por hombres y mujeres débiles pero que quieren dejar pasar a través de ellos la luz de Dios para que llegue al mundo y vaya destruyendo el pecado.

Por esta razón, hoy, mirando el rostro lleno de luz de la Purísima, debemos pedir a nuestra amada patrona un corazón puro semejante al suyo, del que salga ese testimonio auténtico y veraz que nuestro mundo, aunque sin saberlo, necesita para tener una vida con sentido.

La Basílica de la Purísima es nombrada «templo jubilar» durante el año de la fe.

Con motivo del «año de la fe» que estamos celebrando, el Sr. Obispo ha concedido el nombramiento de templos jubilares a diversas Basílicas, Iglesias y Santuarios de la Diócesis de Cartagena.

Entre ellas se encuentra nuestra Basílica Arciprestal de la Purísima Concepción de Yecla.

Esto significa que se concede la gracia de la Indulgencia Plenaria de la pena temporal por los propios pecados o en sufragio de las almas de los fieles difuntos, a todos los fieles que participen en una celebración sagrada o al menos se detengan en un tiempo de oración y reflexión personal en la Basílica de la Purísima, concluyendo con el rezo del Padre Nuestro, la Profesión de Fe (Credo), e invocando a la Stma. Virgen María.

Para ganar la indulgencia se requiere además confesar frecuentemente con corazón verdaderamente arrepentido, recibir la Sagrada Comunión y rezar por las intenciones del Santo Padre.

Además, el Sr. Obispo ha concedido también a los párrocos y rectores de los templos jubilares el poder de perdonar los pecados reservados, tales como el aborto.

Es una gracia que se concede a nuestra Parroquia, y que hemos de recibirla con gozo y alegría, intensificando así nuestra vida de fe con la mayor asiduidad a la celebración de la Eucaristía, a la oración ante el Santísimo y a la confesión, de forma que podamos ganar muchas Indulgencias ya no solo por nuestros pecados personales, sino también para aplicarlas a las almas de los difuntos.

Decreto del Sr. Obispo.

¿Qué es la indulgencia plenaria?

Comienza el año de la fe en la Basílica de la Purísima.

El próximo jueves día 11 el Papa Benedicto XVI inaugurará el «año de la fe» anunciado el pasado año en su Carta Apostólica «Porta fidei», que pretende conmemorar el L aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, (11 de octubre de 1962). Con tal motivo el Santo Padre celebrará una eucaristía en la Plaza de San Pedro a las 10 de la mañana.

En la Diócesis de Cartagena, nuestro Obispo D. José Manuel Lorca Planes, realizará la apertura oficial el domingo 28 de octubre en la parroquia de Sta. María de Gracia de Cartagena.  No obstante, en la Carta Pastoral «La puerta abierta de la fe» que Monseñor Lorca nos ha dirigido, se insta a todas las parroquias de la diócesis a unirse al Papa Benedicto en la apertura de este año dedicado a profundizar y renovar la fe.

Con este motivo el próximo jueves 11 de octubre, en la Basílica de la Purísima tendremos una hora santa a partir de las 6 de la tarde. El programa será el siguiente:

  • 18:00 h.: Exposición del Stmo. y rezo de la coronilla de la divina misericordia.
  • 18:20 h.: Oración personal.
  • 19:00 h.: Santo Rosario.
  • 19:20 h.: Rezo de vísperas con meditación de textos.
  • 19:50 h.: Bendición solemne y reserva.
  • 20:00 h.: Eucaristía presidida por el Párroco D. José Antonio.

Diez consejos prácticos para celebrar el año de la fe.

Presentamos nuestra traducción de un artículo, publicado en el sitio web de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos y escrito por el Obispo Presidente de la Comisión para la Evangelización y Catequesis, en el cual se propone a los católicos diez maneras de vivir con fruto el ya inminente Año de la Fe convocado por el Santo Padre.

Para honrar el 50º aniversario del Concilio Vaticano II y el 20º aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI ha anunciado un Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre y culminará el 24 de noviembre de 2013. El objetivo es reforzar la fe de los católicos y atraer el mundo a la fe con la fuerza de su ejemplo.

 

El obispo David Ricken, de Green Bay, Wisconsin, presidente de la Comisión para la Evangelización y la Catequesis de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, ofrece “10 modos con los cuales los católicos pueden vivir el Año de la Fe”. Tomados de las directivas de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe, algunas de estas sugerencias son ya pedidas a los católicos; otras se pueden observar en cualquier tiempo y sobre todo durante el Año de la Fe.

1. Participar en la Santa Misa. El Año de la Fe quiere promover el encuentro personal con Jesús. En el modo más inmediato, esto tiene lugar en la Eucaristía. Una participación regular en la Misa refuerza la propia fe a través de las Escrituras, el Credo, las oraciones, la música sagrada, la homilía, recibiendo la Comunión y formando parte de una comunidad de fe.

2. Confesarse. Como para la Misa, los católicos reciben fuerza y profundizan su fe celebrando el sacramento de la Penitencia y Reconciliación. La confesión llama a volver a Dios, a expresar dolor por las caídas y a abrir la propia vida al poder de la gracia sanadora de Dios. Perdona las heridas del pasado y da fuerza para el futuro.

3. Conocer las vidas de los santos. Los santos son ejemplos válidos para todos los tiempos de cómo vivir una vida cristiana, y suscitan una esperanza infinita. No sólo eran pecadores que incesantemente buscaban caminar hacia Dios, sino que ejemplifican también las modalidades con las cuales servir a Dios: la enseñanza, el trabajo misionero, la caridad, la oración, y sencillamente esforzarse por agradar a Dios en las acciones y decisiones ordinarias de la vida cotidiana.

4. Leer la Biblia cada día. La Biblia ofrece un acceso directo a la Palabra de Dios y narra la historia de la salvación de los hombres. Los católicos rezan con las Escritura (siguiendo el método de la Lectio Divina u otros) para sintonizarse mejor con la Palabra de Dios. No se puede prescindir de la Biblia para un sano crecimiento durante el Año de la Fe.

5. Leer los documentos del Concilio Vaticano II. El Concilio Vaticano II (1962-1965) ha traído una gran renovación en la Iglesia. Una renovación en la celebración de la Misa, en el rol de los laicos, en la auto-comprensión de la Iglesia y en la relación con los otros cristianos y con los no cristianos. Para llevar adelante la renovación, los católicos deben conocer lo que enseña el Concilio y cómo enriquece la vida de los creyentes.

6. Estudiar el Catecismo. El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado exactamente 30 años después del comienzo del Concilio, trata en un solo libro los dogmas de fe, la doctrina moral, la oración y los sacramentos de la Iglesia Católica. Es un verdadero recurso para crecer en la comprensión de la fe.

7. Voluntariado en la parroquia. El Año de la Fe no puede limitarse al estudio y a la reflexión. El sólido fundamento de las Escrituras, del Concilio y del Catecismo debe traducirse en acción. Un óptimo lugar para comenzar es la parroquia, ya que los carismas de cada uno ayudan a construir la comunidad. Todos son bienvenidos para convertirse en ministro de acogida, músico litúrgico, lector, catequista y muchos otros roles de la vida parroquial.

8. Ayudar a los necesitados. La Iglesia exhorta a los católicos a donaciones de caridad y a socorrer a los necesitados durante el Año de la Fe, ya que en el pobre, el marginado y el vulnerable se encuentra Cristo personalmente. Ayudarlos nos conduce cara a cara con Cristo y constituye un ejemplo para todos los demás.

9. Invitar a un amigo a Misa. El Año de la Fe tiene ciertamente una relevancia global, y quiere promover una renovación de fe y de evangelización para toda la Iglesia, pero un cambio real tiene lugar a nivel local. Una invitación personal puede realmente marcar la diferencia para alguien que se ha alejado de la fe o se siente ajeno a la Iglesia. Todos conocemos personas así: por eso es bueno poder invitarlas amigablemente.

10. Encarnar las Bienaventuranzas en la vida de todos los días. Las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3-12) ofrecen un rico programa para la vida cristiana. Ponerlas en práctica es muy útil para ser más humildes, más pacientes, más justos, más transparentes, más misericordiosos y más libres. Es precisamente el ejemplo de fe vivida el que atraerá hacia la Iglesia en el Año de la Fe.

Tomado de la web La Buhardilla de Jerónimo