«Salgo por las calles a buscar a mis hermanos». Sermón de San Juan de Ávila en el Corpus.

El Papa Francisco nos invitaba al inicio de su pontificado a llevar la fe por calles y plazas. Veamos como ya en el siglo XVI San Juan de Ávila lo predicaba también con motivo de la solemnidad del Corpus Christi. Que esta reflexión nos anime a salir a la calle acompañando a Jesús Sacramentado dando así testimonio de nuestra fe.

Corpus Christi3. Verdad es que quien con atención mirare el resplandor de aqueste sacrosanto misterio, en el cual la persona misma de Jesucristo nuestro Señor está presente, y con Él celebramos la fiesta, hallará que esta fiesta echa de sí unas luces y pone en el ánima un sentimiento, que aunque en el celebrar con solemnidad haya comunidad entre ella y las otras, mas todavía aparece en ésta una particular excelencia, una majestad no común. Y quien bien quisiere aparejarse para recibir lo que en ella se da, sentirá cuán particular cosa es fiesta de Corpus Christi, y verá cumplido en sí lo que de ella está escrito: Aparejaste, Señor, en tu dulcedumbre al pobre (Sal 67,11). Mas aunque esto es así, y muy bastante para estimar esta santa fiesta, lo que en ella causa singular maravilla es mandarnos la Iglesia que hagamos mañana una procesión con cuan grande solemnidad alcanzaren nuestras fuerzas, y saquemos al Señor de su palacio real y lo llevemos por nuestras calles con suaves cantares, fiestas y gran regocijo. […]

17. Salgan mañana los sacerdotes, a quien Él tanto honró, que los eligió por ministros suyos, y llévenlo encima de sus hombros con gran reverencia y amor, teniéndose en esto por muy favoridos, en recompensa de que el Señor llevó la cruz a cuestas y todos nuestros pecados encima de sí. Cérquenle los devotos cristianos, honrándole tan de corazón, que echen delante de Él la ropa en el suelo, para que la huellen los pies de los que al Señor llevan, como hicieron los que iban con Él el día de Ramos (cf. Mt 21,8). Mírenlo con mucho amor y adórenlo con gran reverencia los que están en las calles y desde sus puertas y de las ventanas. Váyanle incensando los sacerdotes; bailen delante de Él los legos con devota alegría, como hizo David delante del arca (cf. 2 Sam 6,5), y resuene la tierra con gran solemnidad; y con todo cuidado se ordene la festividad de mañana, que, para manifestación de la Justicia divina, que honra a sus obedientes, ninguna de las deshonras que le fue hecha al Señor en la otra procesión quede en ésta sin que le corresponda una honra igual o mayor que fue la otra deshonra.

18. Ésta, pues, cristianos, es la procesión de mañana, singular y no celebrada en otro día ninguno; ésta la causa y justicia de ella; éste el sentimiento con que se ha de celebrar, con memoria y correspondencia —por vía contraria— de la otra procesión muy amarga que el Señor anduvo, en la cual, como dice el tema, trabajó su ánima con graves angustias, y su cuerpo con indicibles dolores; por lo cual quiso Dios Padre que vea mañana en la procesión tanta muchedumbre de fieles vasallos que con devotas alabanzas y servicios protesten que son suyos, que den al Señor hartura (cf. Is 53,11), descanso y consuelo.

San Juan de Ávila30. Salgamos todos mañana con este Señor, protestando que Él es nuestro verdadero Criador y Pastor, y nosotros, por su gracia, ovejas de su rebaño (Sal 94,7), que nos quitó de la boca del lobo infernal y nos ganó y salvó con su sangre preciosa; y démosle gracias porque nos libró del reino del pecado, que nos tenía subjetos; de la crueldad del dimonio, de las penas del infierno, y encorporándonos en su Cuerpo, tomónos por sus hermanos y dionos esperanza de reinar en el cielo con Él.

¿Quién no dará saltos de placer, mirando que ha escapado de la suciedad de la carne, de la amargura […] y ha pasado a la limpieza de la castidad, a la luz de la humildad y a la blandura de la caridad, con la cual ama a los buenos en Dios y a los malos por amor de Dios? ¿Quién habrá que, considerando que le ha dado Dios conjeturas que le ha perdonado sus pecados pasados, […] no cante con alegría […]? Que así lo hacen los que han estado muchos años presos y metidos los pies en cadenas y grillos, que, cuando salen de allí, no se hartan de dar saltos de placer, dando gracias a Dios, ejercitando los miembros que antes habían tenido impedidos.

31. Sean, pues, vuestras voces nuevas, y corazones, y obras, y renovándonos con la gracia del Señor y apartando de nos el pecado, por apesado que esté en nosotros, corramos mañana con nuestro Señor humildes, devotos y agradecidos, y tan regucijados de dentro y de fuera, que demos a entender a todo el mundo que estamos tan gozosos y ricos con tenerle a Él por Señor, y con las mercedes que nos ha hecho, y con la esperanza de las que nos ha de hacer, que, de muy llenos de alegría, ni cabemos dentro de nosotros, ni en nuestras casas, ni templos, y que salimos a lo ancho de las calles y plazas a rebosar con exteriores señales la grandeza del gozo que dentro de nosotros sentimos, acompañando, y dando gloria, y celebrando triunfo al Señor, que nos rescató de cautivos, muy mejor que los que David rescató de los amalecitas, los cuales iban delante de él, y los que los veían decían: Ésta es la presa que ganó David (2 Sam 30,20). Véannos a nosotros mañana todos los hombres, toda la tierra; mírennos los ángeles y santos del cielo, y sepan que somos presa, que nos rescató y ganó Jesucristo nuestro Señor, y lo llevamos en la procesión con agradecimiento y confesión de que Él es nuestro Criador y Redemptor, y esperamos que será nuestro Glorificador. Y porque nosotros no bastamos a hacer esto como se debe hacer, rogamos a la tierra y al cielo nos ayuden a dar a Cristo la honra y el agradecimiento que le son debidos.

38. Y a quien de esto se maravillare y le preguntare: «¿Qué os viene, Señor, por pasear nuestras calles de tierra, viles y estrechas, pues tenéis por vuestras las anchuras del cielo en que lo hacer? […] ¿Sabéis qué responderá el Señor a quien esto le preguntare? Todo eso sé yo; mas quiero que sepáis vosotros que así como el Padre me envió por mi encarnación a visitar a los hombres, y anduve caminos extraños de mí por los remediar, así por ordinación de mi Padre salgo de mi sagrario y voy por estas calles a buscar mis hermanos, para darles el fruto de mi muerte, que con ferventísimo amor por ellos pasé».

41. Y como cuando entonces, Señor, salías por las calles, sanabas enfermos, convertías pecadores y hacías otras obras de misericordia a los que las querían recibir, así, si ahora hubiese quien entendiese que vas en aquellas andas mañana con el mismo amor que andabas cuando vivías vida mortal y cuando fuiste con la cruz a cuestas a padecer por los hombres, y si te oyesen que vas diciendo en tu corazón: «Aquí voy, hombres, en esta procesión, en testimonio que no estoy arrepentido de haber andado la otra al monte Calvario, sudando y derramando sangre por vuestro remedio; y si es menester tornar otra vez a pasar lo que allí pasé y a morir otra vez en la cruz, todo lo que se me pidiere haré y sufriré porque tu ánima no se pierda, mas alcance la eterna salud», ¿quién, Señor, que esto sintiese, se defendería de tu porfiada respuesta de amor? Y viendo que sales a buscar por las calles aun a los que no te van a buscar a tu templo, y vas a convidar con tu vista aun a los que no te quieren ver, ¿quién quedaría sin rendirse de todo su corazón a la obediencia de tus mandamientos y alanzar todo pecado de sí? ¡Ay de tanta dureza, que tan grandes bienes impide, y hace salir en balde la salida del Señor a pasear nuestras calles, que era para hacer su oficio acostumbrado de curar los enfermos y pecadores que a Él se llegasen!

Del Sermón 37, en Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 489-512

Vídeos sobre San Juan de Ávila

Recomendamos algunos vídeos de interés sobre San Juan de Ávila, para poder acercarnos a la figura de este Santo con motivo de su proclamación como Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012.

San Juan de Ávila será proclamado Doctor de la Iglesia.

El próximo 7 de octubre Benedicto XVI proclamará al patrón del clero español San Juan de Ávila, como Doctor de la Iglesia Universal. Será en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, a las 10 horas, en la Eucaristía de inauguración del Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”.

El punto decisivo para que un santo sea proclamado Doctor de la Iglesia es que la suya haya sido doctrina eminente. Que haya gozado de un particular carisma de sabiduría, dado por el Espíritu Santo para el bien de la Iglesia. Un Maestro, un Doctor de la Iglesia es, pues, quien ha estudiado y contemplado con singular clarividencia los misterios más profundos de la fe y es capaz de exponerlos a los fieles de modo que les sirvan de guía en su formación y en su vida espiritual.

San Juan de Ávila fue amigo, compañero y maestro de santos, algunos de ellos ya proclamados Doctores de la Iglesia. Fue muy estimado y reconocido por San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Juan de Dios, San Francisco de Borja… y por Fray Luis de Granada, su primer biógrafo. ¿Y qué maestro espiritual, de entonces y posterior, no se ha acercado a sus escritos: Sermones, Tratado sobre el Amor de Dios o su conocida obra, Audi, filia?

Nos unimos a las palabras del Cardenal Darío Castrillón de Hoyos en su discurso sobre San Juan de Ávila, maestro y ejemplo sacerdotal para los presbíteros del tercer milenio, pronunciadas con ocasión del Congreso Internacional «El Maestro de Ávila», celebrado en Madrid en noviembre de 2000:

«Se percibe en el ambiente un deseo, una petición que los sacerdotes españoles, juntamente con sus Obispos, quieren elevar al Santo Padre: que San Juan de Ávila sea declarado Doctor de la Iglesia. Todos los aquí reunidos y el incesante clamor del clero secular español, quieren ser la demostración patente de la fuerza del deseo con que se quiere presentar al Santo Padre la petición. Mi presencia ante ustedes no es más que mi personal contribución a este anhelo que, poniendo todo en las manos de Dios, esperamos –y espero— sea muy pronto una realidad».

Os dejamos el enlace de la breve instrucción que ha elaborado la Conferencia Episcopal con motivo de su doctorado, titulada «San Juan de Ávila, un Doctor para la nueva evangelización»

Prepararnos meditando para Pentecostés: día 1.

En los Hechos de los Apóstoles se nos narra lo que vivieron los apóstoles justo después de presenciar la Ascensión de Jesucristo al cielo: «desde el llamado monte de los Olivos, los apóstoles regresaron a Jerusalén (…) Todos ellos, junto con algunas mujeres, y con María la madre de Jesús y los hermanos, perseveraban en la oración». (Hch 1,12). Vemos que antes de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, los discípulos perseveraban en la oración con María, y ésta fue la mejor preparación para recibir al Paráclito.

Por eso esta semana os ofrecemos una serie de textos que nos sirvan para meditar en nuestra oración personal diaria, y prepararnos así para recibir una vez más al Espíritu Consolador.

Día 1.

«Lo primero que conviene para que el Espíritu Santo venga a nuestras almas, es que sintamos gran necesidad de Él y que creamos que puede hacer mucho bien en nuestros corazones. Por desconsolada que esté el alma, basta Él para consolarla; por pobre que esté, para enriquecerla; por tibia que esté, para encenderla; por indevota que esté, para inflamarla en ardentísima devoción.

Lo segundo, conviene mucho para que el Espíritu Santo tenga por bien de venir a nuestros corazones, y es tener deseo de recibirle y que sea nuestro convidado, un cuidado muy grande, un deseo muy firme y ansioso. ¡Oh si viniese el Espíritu Santo! ¡Oh si viniese aquel consolador a visitar y consolar mi alma!

Porque aquella merced cuadra bien, que antes que venga es bien deseada; y el manjar que por sí es bueno, es mal empleado en quien no tiene gana de comer. No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de Él, si no tienes deseo de Él. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, presto vendrá a ti. No te canses de desearlo, que, aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.


Hermano, ten confianza en Él. Porque debes, hermano mío, asentar en tu corazón que, si estás desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir tal Huésped. Y si no viene, no es porque no quiere venir, no es porque lo tiene olvidado, sino para que perseveres en el deseo, y perseverando hacerte capaz de Él, ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de su parte te certifico que nadie lo llama que se salga vacío de su consolación.


¡Y cómo dice esto el real profeta David! El deseo de los pobres no lo menospreció Dios, oyólo el Señor. (Sal 21,25) ¿Quién es pobre? Pobre es aquél que desconfía de sí mismo y confía sólo en Dios; pobre es aquel que desconfía de su parecer propio y fuerzas, de su hacienda, de su saber, de su poder; aquel es pobre que conoce su bajeza, su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo en sólo Dios y confía que es tanta Su Misericordia, que no le dejará vacío de su consolación. Los deseos de estos tales oye Dios.»


(Del sermón 27 de San Juan de Ávila sobre el Espíritu Santo).