Último Ángelus de Benedicto XVI.

El Domingo 24 de febrero el papa Benedicto XVI se asomó por última vez a la ventana de los Palacios Pontificios para dirigirse a los fieles antes del rezo del Ángelus.  En su intervención pronunció estas palabras:

En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas resalta de modo particular el hecho de que Jesús se transfiguró mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive en un monte alto en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5, 10; 8, 51; 9, 28).

Benedicto XVIEl Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección (9, 22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celestial: “Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo” (9, 35).

Además, la presencia de Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es sumamente significativa: toda la historia de la Alianza está orientada hacia Él, hacia Cristo, quien realiza un nuevo “éxodo” (9, 31), no hacia la tierra prometida como en tiempos de Moisés, sino hacia el Cielo. La intervención de Pedro: “¡Maestro, qué bello es estar aquí!” (9, 33) representa el intento imposible de demorar tal experiencia mística. Comenta san Agustín: “[Pedro]… en el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Por qué habría tenido que descender para regresar a las fatigas y a los dolores, mientras allá arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios que le inspiraban, por tanto, una santa conducta?” (Discurso 78, 3).

Meditando este pasaje del Evangelio, podemos aprender una enseñanza muy importante. Ante todo, la primacía de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la oración reconduce al camino, a la acción.

“La existencia cristiana – he escrito en el Mensaje para esta Cuaresma – consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios ” (n. 3).
Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo particular dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a “subir al monte”, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas.

Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.

Vídeo del Ángelus

«Orar para escuchar la voz del Señor…»

El próximo jueves día 28 de febrero a las 8 de la tarde, su Santidad el Papa Benedicto XVI hará efectiva la renuncia al ministerio petrino y dejará de ser el Papa de la Iglesia Católica.

Benedicto XVILa razón que ha dado para realizar este acto de gran importancia para la vida de la Iglesia Católica es que no tiene fuerzas. Él mismo lo dice: “…en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.”

Ennoblece al Papa la claridad con la que reconoce  su falta de vigor y el amor que muestra a la Iglesia a la que no quiere dejar sin el cuidado necesario en “el mundo de hoy… sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe…”

El Papa se retira a rezar por la Iglesia, cosa que sí puede hacer y que hará con fidelidad hasta el último día de su vida aquí en la tierra. El Papa nos enseña así el necesario valor de la oración y la conciencia de que quien conduce la Iglesia es Dios mismo y Jesucristo es su único y verdadero pastor y nosotros, por nuestra parte, desde el Papa hasta el último católico, lo que debemos de hacer es ponernos a la escucha del Señor.

Orar para escuchar la voz del Señor y no poner otras voces ni otras palabras como guías del pueblo cristiano y convocarnos continuamente a vivir unidos a Jesucristo por medio de los sacramentos. ¡Qué hermoso programa nos deja Benedicto XVI! El que dijo que su programa era no tener programa y sí buscar en todo momento hacer la voluntad del Señor.

Una vez que se haga efectiva la renuncia del Papa comienza el periodo de Sede Vacante y los cardenales se reunirán para elegir a un nuevo Obispo de Roma y sucesor de San Pedro. Pidamos para que lo hagan con responsabilidad y en clima de sincera oración para bien de la Iglesia, no buscando intereses particulares sino aquello que el Señor reclama para seguir siendo el Pastor de su Rebaño. Demos gracias al Señor por el Papa Benedicto y pidámosle un nuevo Papa que gobierne a la Iglesia según el Corazón del Señor.

José Antonio Abellán

Renuncia del Papa Benedicto XVI.

Benedicto XVIEl Santo Padre, el Papa Benedicto XVI ha anunciado su renuncia como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica aludiendo a que «no se encuentra con fuerzas para ejercer el ministerio petrino». De esta forma su renuncia se hará efectiva el próximo 28 de febrero a las 20:00 h., momento en el que quedará vacante la Sede de Pedro a la espera de la convocatoria del cónclave de cardenales que elija al nuevo Papa.

Ofrecemos la declaración del Santo Padre:

Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.

BENEDICTUS PP XVI