LA CANDELARIA Y SAN BLAS
Este próximo fin de semana vamos a celebrar dos fiestas entrañables en nuestra ciudad: La Candelaria y San Blas.
La Candelaria conmemora el momento en que la Virgen Purísima y San José cumplieron el rito de rescatar al Hijo primogénito que por derecho divino correspondía ofrendar al Señor y sacrificar en cambio suyo un par de tórtolas, la ofrenda de los pobres. En ese momento el anciano Simeón recibió al Niño Jesús en sus brazos y proclamó el “Nunc dimitis”:
“Ahora puedes, Señor, dejar a tu siervo irse en paz, por que mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
Una oración que en la liturgia de la Iglesia se reza todos los días en la hora canónica de Completas, cuando se clausura la jornada y nos retiramos a dormir. Así proclamamos que el acontecimiento salvador de Jesucristo se realiza continuamente en el tiempo y no es sólo un hecho del pasado, que todos podemos ver al Salvador y llenarnos de su luz y gloriarnos de ser miembros de su pueblo.
En el día de la Candelaria los padres traen a los hijos bautizados en el año anterior para presentarlos también al Señor por medio de la Virgen y entregarles la candela encendida en memoria de su bautismo y en el deseo de que Cristo sea siempre su luz en el camino.
A continuación celebramos el día de San Blas que ha ido antecedido de la bendición de los “panes benditos”, esos sabrosos y dulces panes que son la delicia de los niños y mayores y que por la intercesión del glorioso protector de las gargantas suplicamos al comerlos que nos libre el Señor de todo mal. Es precioso ver a tantos niños en la procesión del santo llevando en sus manos los panes para recibir la bendición llenos de “pajaritas” y pellizcados, (“rosigados” decís por aquí) por no poder resistir su olor y su atrayente bocado a que termine la liturgia de la procesión y de la misa.
Para mi, lo más bonito de esta fiesta es la belleza de la familia que se manifiesta en la unión de los padres con sus hijos y los abuelos y el gozo de acercarlos al Señor y a la Virgen y de inculcar en ellos por medio de esta costumbre religiosa la fe católica que hemos recibido.
La fe no es una idea abstracta, puritana, la fe se hace cultura, tradición, costumbre, la fe se hace una con el pueblo y el pueblo se transforma con la fe. Yecla no sería Yecla sin San Blas, la Candelaria y el resto de las fiestas que jalonan el ciclo anual de los días. Y la fe católica no estaría firmemente arraigada entre los yeclanos si faltaran estas fiestas que nos ayudan a vivirla día a día.
Celebremos, pues, un año más la Candelaria y San Blas y pidamos al Señor y a su Madre la Virgen Purísima que nos ayuden día a día a mantener encendida la luz de la fe como San Blas supo hacer hasta el último día de su vida.
José Antonio Abellán