Estos tres años en los que he desarrollado el ministerio que el Señor me confirió por la ordenación sacerdotal entre vosotros han sido para mí un tiempo de gracia.
Siguiendo el espíritu del Evangelio, siempre he querido considerarme como servidor, buscando permanecer en lo oculto y sin buscar agradecimientos, pese a lo difícil que eso resulta en una parroquia como la Purísima de Yecla, donde uno, aunque sea el coadjutor, se ve obligado a dirigir, organizar e involucrarse en todo tipo de actividades pastorales. Tengo la firme certeza de que es ahí, en lo oculto y la discreción, desde donde mejor se evangeliza, porque ha de ser Jesucristo el protagonista, y no los sacerdotes, pobres instrumentos que si no nos llenamos diariamente de Dios, poco tendremos que ofrecer a cuantos se crucen con nosotros. De ahí que haya sido prioritario para mí la oración, el pasar largo tiempo delante del Sagrario, para que así, en todo cuanto haya podido hacer entre los Yeclanos, fuera Él el autor y no yo.
Me llevo muchas experiencias en las que he podido comprobar que Dios actúa y se manifiesta en medio de nosotros. Ha sido un gran regalo poder acompañar y consolar a tantos enfermos, en el hospital y en sus casas, poder estar junto a ellos cuando ya sólo cuenta el alma y Dios, el ver volverse a Dios por medio de la misericordia a tantos corazones con dolor y arrepentidos de sus pecados, el ver despertar en los jóvenes la inquietud por buscar a Dios…
Al mismo tiempo, consciente de que la obra que el Señor haya querido hacer conmigo en Yecla queda manchada por mi debilidad, quisiera pediros perdón por mis fallos, por las veces en las que mi testimonio haya podido escandalizar, y las ocasiones en las que haya vivido para mí y no para Dios y el prójimo. El sacerdote no se pertenece, y eso es lo que deberíamos de ser siempre: hombres de Dios para servir al pueblo. Por eso en mi lema sacerdotal escogí las palabras de Jesús en el evangelio de San Mateo: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura». (Mt 6,33). Sólo Él llena el corazón del hombre, sólo Él.
Acoged al nuevo coadjutor D. Pablo Caballero con alegría. Espero que colaboréis activamente con él en la evangelización y tareas pastorales que lleve a cabo. Doy las gracias a nuestro párroco D. José Antonio por su paciencia conmigo, por su comprensión, y por su valentía en el anuncio del Evangelio. Os ruego que le arropéis mucho para que siga llevando a cabo su labor siendo fiel a la Verdad del Evangelio como tantas veces nos pone de manifiesto, aunque las tinieblas de este mundo rechacen con frecuencia la luz que mana de la Verdad.
Os pongo a todos en las manos de la Purísima nuestra Madre, a quien hemos amado juntos estos años y a quien seguiremos amando. Y desde la Parroquia de Santa María la Real de Aledo contad con mi oración por vosotros.
Asensio Morales Caravaca.
Gracias!
Gracias de parte toda mi familia y de mi mujer y mía especialmente . Gracias por acordarte de mí ayer.