En la lectura del Evangelio de este domingo observamos a Jesús catequizando a sus discípulos, un maestro que da las herramientas necesarias para que los suyos puedan desenvolverse en la vida, pero con unos criterios diferentes a los que enseña el mundo, puesto que lo primero que reciben, como primera lección, es que deben

saber sufrir, cargar con la cruz, y que estén atentos para cuando les llegue el momento. El Señor les va a enviar a predicar y se encontrarán con la persecución y con los rechazos, por eso les advierte para que no se despisten y abandonen la tarea que les encomienda. San Pablo les expone su experiencia que les servirá de modelo, “yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús”; que nadie se asuste cuando vengan las dificultades, que en la debilidad es como se manifiesta la fuerza del Señor.Con estos principios hay que ponerse en camino, pero todavía con mayor exigencia, es decir, sin llevar nada, como testigos, a disposición de los demás… Jesús les abre la mente a sus discípulos para que entiendan que es Dios el que les guiará y les dará la seguridad, el que les inspirará lo que han de decir, que no les abandonará a su suerte, sino que se preocupará de todos. El plan de Dios es el mejor, aunque no lo alcancemos a comprender, aunque entre en él la cruz. Esto mismo se ha proclamado en la primera lectura, cuando el profeta Isaías anuncia que cuando lo veamos se alegrará nuestro corazón y nuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.
Los testigos nos ayudan a seguir adelante, nos hacen creíble el proyecto de Dios, aunque parezca que es difícil, por eso debemos tener presente su testimonio. Pablo predica a un Cristo Crucificado que es “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Co 1, 23); es consciente de que aparece como “necio, débil, despreciado, deshecho de todos” (cfr. lCo 4, 9-13), pero es admirable como resiste, diciendo: “No me avergüenzo, porque sé en quien he puesto mi confianza” (2Tim 1, 12), él se ha aferrado a la fidelidad de Dios y a la fidelidad a Dios.
Dejaos llevar de la mano de Dios, confiad, no temáis.