Al igual que la semana pasada hicieron los jóvenes de primero, son ahora los más de 50 chavales que se encuentran en el segundo curso de catequesis de confirmación los que preparan la venida del Santo Espíritu en Pentecostés.
Para ello, en el horario de catequesis de cada grupo, se están celebrando pequeñas vigilias de oración. La primera de ellas fue el lunes 21 de mayo, con los grupos que coordinan Elsa Pérez y Francis Romero; la segunda fue el miércoles 23 con el grupo de Rosi Puche; y la tercera el viernes 25 con los grupos de Yolanda, Cristina y Mª José Muñoz.
La vigilia consistió en la lectura y explicación de un texto del Papa Benedicto XVI sobre el Espíritu Santo, la posterior reflexión y oración personal en la Capilla de la Comunión ante el Santísimo, y por último una puesta en común de todos los jóvenes, en la que cada uno aporta aquello que más le ha ayudado, le ha llamado la atención, o le ha planteado alguna duda.
Ofrecemos a continuación el breve texto que han reflexionando los chicos en estas vigilias de oración:
VEN ESPÍRITU SANTO
De los Hechos de los Apóstoles. (1,8-12)
Dijo Jesús a sus discípulos: “cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis poder y saldréis a dar testimonio de mí en Jerusalén, en toda la región de Judea, en Samaria y hasta en las partes más lejanas de la tierra.” Dicho esto, mientras ellos le estaban mirando, Jesús fue llevado arriba; una nube lo envolvió y no volvieron a verle. En tanto ellos miraban fijamente cómo Jesús subía al cielo, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:
–“Galileos, ¿qué hacéis ahí, mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre vosotros y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que le habéis visto ir allá.”
Desde el llamado monte de los Olivos, los apóstoles regresaron a Jerusalén. (…) Todos ellos, junto con María la madre de Jesús, perseveraban en la oración. Palabra de Dios.
Vivimos del Espíritu.
¡Ven, Espíritu Santo! Necesitamos tu luz, tu fuerza, tu consuelo, tu corrección. ¡Ven a habitar en el corazón de los que nos sentimos pobres!¡Ven, fuego divino, ven y transforma nuestra vida, nuestro ser! ¡Ven a purificar, a renovar, a completar, a dar fecundidad a las obras de nuestras manos! Danos la gracia de no anteponer nada al amor de Dios.
“La Iglesia vive constantemente de la efusión del Espíritu Santo, sin el cual se quedaría sin fuerzas, como una barca de vela a la que le faltara el viento” (BENEDICTO XVI). La Iglesia y nosotros los que la formamos vivimos del soplo del Espíritu. Él está presente y actúa, no cesa de crear, de inventar, de santificar a los hombres y mujeres que se ponen sin reservas bajo el rayo de su acción. Sin Él la Iglesia se quedaría sin fuerzas… Sin Él, nosotros no podríamos experimentar el amor de Dios, ni ver su obra en nuestra vida. Sin Él, ¡qué fácil es volver la mirada hacia nosotros mismos, conformarnos con poco, poner límites al amor…! ¡Qué fácil desanimarnos, desviarnos…!
No es un Espíritu débil, inconstante, mediocre… Es un Espíritu fuerte, valiente, entregado, que nos hará capaces de superar una a una todas nuestras limitaciones.
El Espíritu es fuego que nos transforma.
No tengamos miedo de acercarnos al fuego transformador del Espíritu. Él quema en nosotros lo negativo, lo que nos estorba, lo que impide y obstaculiza… Este es un momento para pararnos a pensar, para preguntarle al Señor:
¿Qué me estorba? ¿Cuáles son todavía mis escorias? ¿Qué es lo que me impide entregarme del todo a ti? Señor, dame tu luz, no quiero acostumbrarme a mis “sombras”, a las imperfecciones grandes o pequeñas que me impiden ser un fiel reflejo de tu amor. Concédeme la fortaleza necesaria para no mirarme a mí sino a ti, para responderte con más generosidad.