Ha comenzado el año de la fe.

El pasado 11 de octubre, fecha conmemorativa del 50º aniversario inicio del Concilio Vaticano II y del 20º aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, su Santidad el Papa Benedicto XVI inauguró en Roma el Año de la Fe. La intención de esta celebración está contenida en la Carta “Porta Fidei” del mismo Papa publicada el 11 de octubre de 2011 y que dice;…el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo… también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe… Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza… el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica…El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad… Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin…”

            El Papa, pues, nos propone:

1.-Convertirnos al Señor, volver a él, que pasa a nuestro lado y nos llama.

2.-Una nueva evangelización de los bautizados, esto es: un renovado deseo de recibir la Buena Noticia del Amor de Dios y poder comunicarlo a los demás.

3.- No hacernos una “fe a la carta”, sino recibir la fe que nos ha entregado Jesucristo por medio de la predicación de los Apóstoles y la Tradición de la Iglesia Católica. Confesar la fe con plenitud y renovada convicción.

4.-Celebrar la fe, sobre todo participando activamente en la Santa Misa los Domingos y días de Fiesta y, si fuera posible, todos los días.

5.-Estudiar el Catecismo para conocer los contenidos fundamentales de la fe.

6.-Dar el testimonio de la caridad a los hermanos porque la fe sin caridad está muerta y la caridad sin fe es un sentimiento expuesto constantemente a merced de la duda.

Lo que el Papa nos señala a todos los católicos es vivir este “Año” con el deseo de renovar nuestra conciencia cristiana, que no nos conformemos con lo que somos y como somos, por que podemos ser más y de mejor calidad hasta llegar a dar la talla de Cristo.

Vivimos un tiempo de retos, difícil, el desierto de la incredulidad es muy grande y parece que avanza más y más. Muchos hombres y mujeres desean conocer a Dios y no tienen la suerte de encontrarse con él por que los cristianos no somos un espejo nítido de su imagen. Hay que limpiar el rostro de Cristo ennegrecido por nuestros pecados y mostrarlo al mundo con un ardor renovado. ¿Cómo vamos a mostrar a los demás a Jesús, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, si los que nos llamamos cristianos no queremos serlo bien y nos conformamos con nuestra mediocridad e ignorancia.?

Cuando se habla de Dios, de la Iglesia, del cristianismo todos somos “doctores” pero ¿cuánta gente conoce de verdad de lo que está hablando? Hablan de oídas, de creencias, de opiniones muchas veces sin consistencia. Ese no es el camino. Para hablar hay que conocer, hay que saber, hay que tener información y experiencia. Para ayudarnos a todo esto está ante nosotros el “Año de la Fe”. No lo desaprovechemos.

Nuestro Sr. Obispo ha decretado que uno de los Templos Jubilares donde se podrá ganar diariamente la Indulgencia Plenaria del Año de la Fe es nuestra Basílica de la Purísima Concepción. Esto supone un reto para todos nosotros porque tenemos que hacer de nuestra Basílica un horno de fe ardiente para nosotros mismos y para los demás.

Pues a responder a este reto: Las misas deben ser vividas con mayor intensidad, el Evangelio debe ser proclamado con mayor constancia, las fiestas deben ser celebradas con más fidelidad cristiana, las confesiones deben ser más frecuentes, la adoración del Santísimo debe ser más constante, la devoción a la Virgen debe ser más profunda, las catequesis de niños, jóvenes y adultos deben ser más intensas, las familias deben ser más responsables de la educación en la fe de sus hijos, la oración debe ser más profunda… se nos tiene que notar que somos cristianos por los cuatro costados, y cristianos alegres, convencidos, animosos, valientes.

Que nuestra Madre la Virgen Purísima, que siempre fue fiel, que siempre fue creyente, nos ayude a todos con su poderosa intercesión.

José Antonio Abellán.

Decreto del Sr. Obispo concediendo la indulgencia plenaria y sus condiciones.

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