El miércoles día 25 se celebra la Solemnidad del martirio del Apóstol Santiago, Patrono de España, un día grande para los católicos aunque no sea festivo en grandes zonas del territorio nacional. Esta circunstancia nos obliga a considerar la realidad que estamos viviendo: Los poderes gubernamentales que administran la nación organizan las festividades de acuerdo con intereses que no siempre coinciden con la condición de mayoría católica de todos los que vivimos en estas tierras, de la misma manera que proponen leyes que organizan la convivencia social con decisiones que contradicen la misma vivencia de la tradición española.
La primera vez que se lanzó el grito “¡Santiago y cierra, España!” fue en la Batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), de la que en este año se celebra el 800º aniversario. En esa batalla estuvieron unidos en una causa común los ejércitos de los reyes de Aragón, Navarra y Castilla. Fue una batalla decisiva contra el poder invasor y extranjero del Islam y que hizo posible que la Reconquista fuera a partir de entonces irreversible, sólo cuestión de tiempo. Se invocó a Santiago, patrono común de todos los españoles y se proclamó la unidad de todos. “¡Cierra, España!” equivalía a decir “A la batalla, España”.
Hoy, gracias a Dios, no estamos en guerra contra ningún poder invasor de este mundo. Pero no hay que olvidar que los cristianos tenemos un enemigo común que nos hace la guerra continuamente: el Diablo. «Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, ya que nuestra lucha no es contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los malos espíritus. Tomad, pues, la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y vencido todo, os mantengáis firmes. Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y calzados los pies, prontos a anunciar el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, con el que podáis apagar los dardos encendidos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la Palabra de Dios, con toda suerte de oraciones y plegarias, orando en todo tiempo» (Ef 6,10-18) Nos recuerda el Apóstol San Pablo.
En Santiago de Compostela, junto a la tumba del Apóstol Santiago, el Beato Juan Pablo II lanzó un grito a Europa entera, incluida, por supuesto, España: “…la identidad europea es incomprensible sin el cristianismo, y precisamente en él se hallan aquellas raíces comunes, de las que ha madurado la civilización del continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión constructiva también en los demás continentes; en una palabra, todo lo que constituye su gloria . …La crisis alcanza la vida civil como la religiosa. En el plano civil, Europa se encuentra dividida. Unas fracturas innaturales privan a sus pueblos del derecho de encontrarse todos recíprocamente en un clima de amistad; y de aunar libremente sus esfuerzos y creatividad al servicio de una convivencia pacífica, o de una contribución solidaria a la solución de problemas que afectan a otros continentes. La vida civil se encuentra marcada por las consecuencias de ideologías secularizadas, que van desde la negación de Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción; desde el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia prolífica y unida, los de la vida recién concebida y la tutela moral de la juventud, a un «nihilismo» que desarma la voluntad de afrontar problemas cruciales como los de e los nuevos pobres, emigrantes, minorías étnicas y religiosas, recto uso de los medios de información, mientras arma las manos del terrorismo. Europa está además dividida en el aspecto religioso: No tanto ni principalmente por razón de las divisiones sucedidas a través de los siglos, cuanto por la defección de bautizados y creyentes de las razones profundas de su fe y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza equilibrio a las personas y comunidades…Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los demás continentes te miran y esperan también de ti la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: «lo puedo» .
Fueron unas palabras verdaderamente proféticas que en esta festividad de Santiago, Patrono de España, cobran especial significado. Benedicto XVI nos ha recordado que la crisis que padecemos no es sólo crisis económica, es también, y más, crisis moral. La crisis económica es síntoma de corazones endurecidos, ambiciosos, llenos de afán de riquezas y vacíos de amor. Sin embargo esta crisis que padecemos nos da la oportunidad de hacer las cosas de otra manera. Nos da la posibilidad de llenarnos de amor y cambiar el modo de ver las cosas y a las personas. No puedo ni quiero decirlo de otra manera: España ha sido grande cuando ha sido fielmente católica. Hoy España no es grande porque sus hijos católicos han hecho “defección de las razones profundas de su fe y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza equilibrio a las personas y comunidades” y si sólo confía en la superación de la crisis económica no será grande nunca.
Satanás, padre de la mentira tienta continuamente como hizo con Jesús en el desierto de Judea cuando le mostró todas las riquezas del mundo: “Todo esto te daré si te postras y me adoras” (Mt 4, 9) ¡Cuánta gente ha adorado y adora así a Satanás, buscado las riquezas de este mundo y vaciándose de Dios!.
La fiesta del Apóstol Santiago es la fiesta de nuestra fe católica. Tenemos por Patrono a un testigo valiente del Señor, el primero que derramó la sangre por Él siendo degollado en Jerusalén por orden de Herodes Antipas, hijo del otro Herodes que quiso matar a Jesús cuando era un niño. Acudamos a Santiago y proclamemos el grito de guerra de nuestros antepasados: “¡Santiago y cierra, España!” contra el poder diabólico que no cesa de hacer la guerra al hombre amado por Dios.
José Antonio Abellán