26 de junio: fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Éste santo de nuestros días, fundador del Opus Dei, nos ha dejado un gran legado válido no solo para los miembros y simpatizantes de la Obra (Opus Dei), sino también para toda la Iglesia. (Biografía de san Josemaría).

Precisamente hoy que celebramos su fiesta, la Iglesia nos presenta en el evangelio del día el fragmento de san Mateo de «la puerta estrecha»:

No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas a los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran. (Mt 7,6.12-14) 

Estamos llamados a entrar por esa puerta estrecha que da la vida y la alegría del corazón. Es la llamada universal a la santidad y al apostolado que tanto predicó San Josemaría. Es la meta a la que aspiramos con el auxilio de la gracia de Dios. Y para ello, hemos de buscar la santificación en la vida ordinaria, en el trabajo, la familia, el estudio, las tareas del hogar… llenándolo todo con la presencia de Dios. En el ofrecer al Señor nuestros quehaceres, sufrimientos, contratiempos y adversidades diarias con alegría, está nuestra mortificación y el disponernos a entrar por la puerta estrecha.

Ofrecemos algunos números sobre la mortificación, que Sanjosemaría nos dejó en su obra «Camino»:

192 Siempre sales vencido. —Proponte, cada vez, la salvación de un alma determinada, o su santificación, o su vocación al apostolado… —Así estoy seguro de tu victoria.
193 No me seas flojo, blando. —Ya es hora de que rechaces esa extraña compasión que sientes de ti mismo.
194 Yo te voy a decir cuáles son los tesoros del hombre en la tierra para que no los desperdicies: hambre, sed, calor, frío, dolor, deshonra, pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel…
195 Tuvo acierto quien dijo que el alma y el cuerpo son dos enemigos que no pueden separarse, y dos amigos que no se pueden ver.
196 Al cuerpo hay que darle un poco menos de lo justo. Si no, hace traición.
197 Si han sido testigos de tus debilidades y miserias, ¿qué importa que lo sean de tu penitencia?
198 Estos son los frutos sabrosos del alma mortificada: comprensión y transigencia para las miserias ajenas; intransigencia para las propias.
199 Si el grano de trigo no muere queda infecundo. —¿No quieres ser grano de trigo, morir por la mortificación, y dar espigas bien granadas? —¡Que Jesús bendiga tu trigal!

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